viernes, 27 de diciembre de 2013

"... abrir puertas que el interesado quiere..."

"... abrir puertas que el interesado quiere..." 
Me viene la imagen de una torre llena de puertas que vendría a ser la vida. Qué cosa incesante, difícil y desconocida que es esa vaina. Vendría a ser un ejemplo palpable que a veces ni yo me las creo; vaya uno a saber si es suerte o destino, quién sabe. No entiendo pero lo agradezco. 


Y hablando de familia (cosa complicada estando acá y además de otros detalles) quería compartirte mi perspectiva (resumida) de jovensito: dije lo de unión porque siempre me parecieron ustedes tan lejanos a la rama -por así decirlo- de nuestra familia. Solo tengo un bello recuerdo de unión en aquél cumpleaños mío celebrado simultáneamente con el de mi abuelita, que comimos paella y los vegetarianos comieron pasta... No te imaginas cómo yo los idealicé. Ustedes tan intelectuales, con pasatiempos hermosamente lentos, con palabras pausadas, con autos viejos y anécdotas de ese armario viejo... Aunque aprendí a valorizar esa hermosa infancia que tuve entre el silencio del aromático e inmaculado cafetal situado entre alados platanales (esto solo por alardear de mi infancia que fue tristemente solitaria; cosa que me dio la herramienta para poder soportar y aprovechar esta condición) siempre quise conocer ese mundo suyo, o que yo creía suyo, y dejar de usar las alpargatas y ponerme esos zapatos tan bien embetunados. E intenté seguir su camino, eso sí, medio choneto en comparación. Pero me estrellé contra algo que ya sabía pero que no quería ver. Y te lo comuniqué a ti, que eres alguien que escucha, pero esa vez no respondiste (y tampoco era tu obligación ni mucho menos, y tal vez así debía ser). Trataba sobre todo este asunto, que tantas dudas y horas de angustia me han dado, sobre el futuro, sobre el estudiar en una institución, ya sea universidad o lo que sea que, mejor así, empecé a no promulgar porque era eso, solo eso... un camino más. Y como sabía que tú eras profesor quise escucharte; pero comprendí que no hay nada mejor, que no hay mejor invento y que las mejores soluciones son drásticas y un tanto fantasiosas. Que adoro la educación, aprender y expandir límites, y que no hay un solo camino para ello. Es muy triste esta época por eso (de pronto solo para los que en un origen tenemos carácter débil y en donde la piedra es dura de modelar), que nos hacen creer que solo existe el camino de la academia, que no podemos ser alguien si no estudiamos ¿no te parece cruel? Sé que es una herramienta, pero unos la usan como arma ¿qué más le vamos a pedir a un mundo donde todo se maneja con ofensiva puntería?  

Yo aprendo de esto. Yo aprendo de estas conversaciones. Puede que sea un poco tonto, vanidoso o distraído, que crea que solo aprendo cuando me hablan directamente a mí ( y no uno contra todos como en un salón, que es el camino práctico); pero es que considero que hablar "cara a cara" es lo adecuado, lo humano; como el abuelo a su nieto. Y uno de los problemas es que somos muchos y por eso la solución, como dije antes, es fantasiosa, ya entenderás porqué...

No sé qué es lo que tengo en las manos y por lo que lucho, al menos no claramente. No como ese "proyecto de vida" que te ponían a hacer en el colegio; asunto que me parece atroz, que conduce rápidamente a la decepción. Qué lindo sería aprender, más bien, de la mano con surcos de tierra que delata el trabajo que requiere labrar la vida, que a pesar de la plaga abisal, también, en breves instantes, pero con gran altura, descubrimos la fuerza que tiene la vida. Este viaje (que no sé cuándo termine; eso se lo dejo al nombre que le puse a dios: Incierto) me llevó a ese borde del abismo en el que no hay proyectos ni metas; eso sí, siendo aprendiz aún, espontáneamente e intuitivamente, busco dejar lista la tierra para sembrar las semillas.

Perdón por desbocarme un poco en toda esa barrabasada de cosas que dije, parezco el borracho de la tienda de doña Ortencia. Si llegas hasta acá, gracias por aguantar la cantaleta, que es, como dijo un amigo, la máxima expresión del alma.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Dormimos en el día y despertamos en la noche; pensar y sentir están disociados; el recuerdo aunque esté lejano lo sentimos próximo; cuando hay silencio no podemos soportarlo y lo arruinamos con nuestro ruido; cuando hay tiempo seguimos presurosos; tenemos pensamientos tartamudos; pronunciamos confusas palabras como rocas caídas al abismo interminable ¿será así hasta el final? ¿En el último instante de vida -la muerte- seguiremos siendo así o por fin nos encontraremos al unísono? Que este anhelo de silencio sea solo el puntillo, que la obra no termine, mejor dicho, nunca empiece. Que creíste como un niño y luego mataste y descuartizaste a dios; que la tarea era volver a encontrar sus partes y reconstruirlo ¿qué hacer si no puedes volver a moldear a dios? ¿adónde llegar? Terrible sentimiento que rechina: el miedo a la nada, allí donde él calló y donde debes escucharlo. La incertidumbre que pesa, que hace pensar que, tal vez, somos sordos.

"Camille Monet en su lecho de muerte", de Claude Monet

lunes, 2 de diciembre de 2013

Mi vida se ha vuelto como una planta carnívora, dónde, sin quererlo, y dado a la Naturaleza inevitable, llegan las moscas a revolotear atraídas por mi secreto. Llegan como las deudas que ya han estado en otro bollo, matutino, de mierda.
Desde el nacimiento vienen revoloteando su parda negrura y pegándose -¡Tantas que no sé cuántas más podrían llegar!- a mi verdor.
Mis raíces, tallo y hojas que alguna vez gozaron de la ternura traslúcida se van perdiendo tras una costra de moscas muertas. Tanto es el miedo -dictador de mis pasiones- de desintegrarme, de caer como polvo en el interior de esta armadura pútrida, y que mi presencia en el mundo sea remplazada por este cascaron. Que el aroma de mi oportunidad, la primavera, sea contaminado con el fétido olor de la putrefacción. ¿Cómo entregar mi causa a tan cruel empresa de la Naturaleza incorregible? …

Mi voluntad. Solo sé de ella que es débil cuando ya ha perdido su intención. Solo ahí me doy cuenta que mi libertad de ser se la comió el gusano. En ese instante de imposibilidad me doy cuenta que me he entregado. ¿Cómo conservar la voluntad, -yo, una planta maldita por la Naturaleza- mientras espero el momento de gloria si estas asquerosas moscas no dejan de distraerme con su molesto y caótico vuelo, impidiéndome llegar a mi más grande anhelo: el sol?

Cómo decirle a los gusanos que aún no. Las mentiras al sol son en vano. Callar a la luna es mentirle. ¡No hay belleza! ¡No habrán flores, y sin ellas, no habrá primavera! … morirá la tradición de la Naturaleza... ¡Imposible!

Moscas de rapiña. Moscas embusteras, hediondas... (cualquiera pensará qué ese es mi olor) mi tallo es el sin derecho a encorvarse; mis hojas son las esqueléticas y huérfanas; mis raíces son las mutiladas por sus crías, campeones de la existencia (los gusanos). Les digo: ¡Gracias!

Su perversa y odiosa tarea será la carnada de mi verdadera gloria.

Serán ustedes las que harán majestuoso el brotar de mi voluntad. Triunfante entre mi desdicha, que son ustedes especies inmundas pero necesarias para el jardín que florece, para la primavera tardía, para los brotes que se abren y siembran la tierra.

viernes, 1 de noviembre de 2013

El Nombre De Dios.



En la euforia de mis primeros alegres vinos y el baile, ella sacó una carta y dio muerte a su libro. Como epitafio, en su primera página, escribió: “Para que aprenda y no sea predecible”. De ahí en adelante yo empecé a andar, batiéndome en un camino incesante que hasta ahora empezaba con aquél ataúd bajo el brazo.

En el viaje el paisaje se hizo más llano. Los zapatos se rompieron. Y la visión se empezó a velar hasta la nada. El eterno horizonte desapareció y caí de rodillas... dios ya no existía: había extraviado su nombre.

¿Dónde pescar un nombre para él sin el horizonte?

El horizonte está -escuché- solo que tu no lo ves. Elevé mi mirada esperanzado, pero seguía la tiniebla. Corre el velo -volvió a decir-

¿Qué velo? Si lo que hay acá no es un velo, es la vida eterna: la tiniebla perpetua.

Recordé el libro. Sin verlo pasé sus hojas como las aspas de un molino y sentí su brisa que susurraba: “Para que aprenda y no sea predecible”. -Vaya y busque su propia muerte, no haga lo que hacen los otros: querer ser inmortales.

Empecé a imaginar que corría un velo tras otro con mis manos, como si cada movimiento fuera un hechizo que creaba sin cesar. Creé un horizonte que iba directo a mi tumba. Y Dios tenía nombre, siempre lo tuvo, solo que no lo vi. Me dio su mano y marchamos descalzos. Su nombre era Impredecible: aquél que no tiene límite.



Caspar Friedrich-La esposa antes del amanecer.

viernes, 25 de octubre de 2013

Que día en Córdoba

Salí a caminar por las calles de Córdoba, pero no estaba ahí. En realidad estaba, por su humedad y lluvia, en mi pueblo, de donde soy, de donde mi madre me parió. Caminaba y extrañamente las mujeres me parecían hermosas, ¡qué va! Los chicos también. Iba con dos buzos y una chaqueta de frío polar (como les dicen acá) y en camino me puse la bufanda negra que me tapaba la boca y nariz, cosa que los transeúntes solo veían mis ojos que por instantes se eternizaban en el horizonte como viendo sin ver; aunque también a algunos pocos los miré, en el fondo pidiendo auxilio, no les miento.

Tenía un libro en mi mochila: la mochila regalada por mi chica que no fue mía sino de él. Pero bueno, ahora me acompaña. Agarré hacia arriba como por instinto montañero y llegué al Buen Pastor: una galería con agua, restaurante, venta de artículos en cueros argentinos y no sé qué más. ¡Ah! sí, en la dictadura militar fue una cárcel de mujeres. Ahí fui a parar. Caminaba por los balcones donde habían sillas, niños, fotos de músicos nacionales y parejas besándose y parejas besándose y más parejas besándose. Yo miraba sus labios de reojo. Imperceptible y ligero caminaba. Y ellos, solamente veían mis ojos. ¿Qué color verían? ¿Qué verían tras mis ojos? Me imagino cualquier bestialidad. Sigamos. Adelante, al lado de una silla en donde había una chica sentada en piernas de su chico (besándose) había otra silla, solitaria como yo, pero ella estaba vacía. Ahí fui a dar. Me senté con las piernas congeladas y los mocos acuosos. Estaba en una esquina y en la pared del lado un cajero electrónico. Miré la lluvia cómo caía, bajé mi mirada y dio contra el libro que ya estaba abierto en mis manos. Lo acabé. Pero antes tuve que ver tanta gente hacer fila para sacar dinero, que, intuitivamente, me di cuenta que eran más mujeres que hombres. Bueno, pero no quiero detenerme en detalles. Después de acabar el libro con un final lindísimo para lo que de mi país se puede esperar. Digo lindísimo por la honestidad del escrito o algo así, porque no sé bien que significa esa palabra.

Me llamó una amiga, sí, me acuerdo, me dijo que si iba a la facultad (de letras, “lo que estudio”) y le dije que no porque estaba leyendo, luego me intentó invadir ese maldito, hijuepúta, sentimiento de culpa, pero le gané -¡Timshal!- Le dije “si me aburro voy”. Solo, andariego, medio raro y todo, pero no fui.

Había visto en internet que a las seis de la tarde iban a dar una película en el cineclub, pero se me había hecho tarde por acabar el libro y dejarlo nuevamente en la biblioteca. Pero igual, seguí guiándome por el desgano. Porque antes de que me llamaran juraba que se me había quedado el celular en la residencia y no me devolví, no quería llamadas ni nada, entonces no sabía la hora. Al final ahí apareció: supe que era tarde para la película. Aun así me fui para el cineclub.

Llegué y había gente, a ninguno lo miré a los ojos. Compré la boleta y entré directo, eran las 6:30 y la película me había estado esperando, sí, esperaba que yo acabara el libro. Ahora que llegué al sur, bajo la cruz del sur, me dio por leer lo que nunca había querido: literatura Colombiana. Ver lo que nunca vi de mi tierra o al menos entender lo que había visto o mirado. Lo que pasó por mis ojos, pero no por mi conciencia, pero que estaba ahí metido, clavado, incrustado en mi sagrado corazón.


La película, ahora que estoy escribiendo, después de una conversación de paz en Colombia con un empanadero y cinco empanadas, me doy cuenta que la de berenjena fue la mejor. La película era de adolescentes niuyorquínos. No me interesan ustedes y sus estúpidas películas con sexo y amores. No quiero ver eso ahora que no tengo que comer, menos cuando tenga. Pero en el fondo quiero verlo, por eso, porque no lo tengo, pero después me siento el más idiota. Mejor me callo.

viernes, 18 de octubre de 2013

Onicofágia


Te había perdido o te habías desaparecido. Y el gentío seguía caminando apresurado por la acera. Los buses y autos seguía esperando en el semáforo y luego continuaban su marcha a bocinazos. El niño lloraba. Las palomas revoloteaban. Los edificios ensombrecían. El perro orinaba. El periódico volaba. Nadie se daba cuenta que habías desaparecido... "¿¡Dónde estás!?" -Gritaba-.

¡Ya sé!-dije- Creo que te escucho. A ver... Sí, te escucho ahí adentro ¡En mis dedos! Lo mejor será escavar ¡Espérame! Llegaré hasta ti ¿me oyes? Te desenterraré.



domingo, 6 de octubre de 2013

¡Todas las aves a tierra!



En un viaje (considerando que toda experiencia lo es) he querido que lo aprendido: las aves, dejen de volar en ese cielo ideal en el que se forma una experiencia, para que esta no se vuelva un fin, un camino predecible y fijo de nuestra vida. He querido que las aves no se pierdan en el sublime horizonte como un sueño diluido. He querido llamar su atención (despertar su rebeldía) hacia la tierra, abajo de los árboles, para que conozcan el territorio de su cazador; que no es más que un basto suelo de conocimiento; que se recorre con pasos torpes, y se guarda la posibilidad de volar.



En una fiesta de mierda, hecha con el propósito de recaudar fondos para un congreso de lengua y literatura que se haría en Mar del Plata, me volví a encontrar con las dos estudiantes de último año de Literatura que dirigieron el curso de ingreso el año en que llegué a este país. Al principio me causó mucha euforia y felicidad verlas, no sé si por mi estado alterado en ese momento por el alcohol y demás, o porque en la “realidad” me alegraba verlas. Una de ellas empezó, entonada también, a decirle a una de sus amigas que yo era uno de los mejores del ingreso de aquél año, que mi escritura en aquél análisis del cuento de J.Rulfo era “especial”. Yo intentaba callarla, le decía que no me dijera eso (seguro pensaría que lo hacía por modestia, pero no) que yo ya había desertado de la carrera…

Sus caras se fundieron en la desilusión a la que ya me he venido acostumbrando. Me preguntaron por qué, yo les dije que ya no juzgaba a la academia; que después de debatir durante mucho tiempo con ella había llegado a la conclusión de que ella es ella y yo soy yo, que somos incompatibles, así que yo la dejo ser (sabiendo que no hay nada mejor), para poder ser yo (si es que eso es posible).
Una de ellas me respondió –mientras la otra me fustigaba con su mirada de profesora que detrás de su silencio y su aparente escuchar, esconde la censura- que me entendía, que ella había llegado a algo similar pero ya acabando la carrera. Choqué mis manos con ella y le dije que así era mejor, luego me arrepentí, y me fui al otro lado de la balanza y, replanteando lo dicho, levanté mi sospecha y le expresé que no sabía en realidad si era mejor… Escuchaba atenta mis palabras, mientras la otra movía lentamente su cabeza negando. Seguro pensando que no me daba cuenta…- que aunque no quiero a la academia, tampoco la termino de reprobar porque sé que todos somos víctimas de ella: yo, ellas, y los profesores que con el pie metido en el barro no saben qué más hacer sino es meterlo más adentro del pozo. ¡Todos somos víctimas de la academia! -Les decía- Pero hay unos que somos más vulnerables que otros. Y, como por compasión, les dije que yo era más vulnerable. Pero bueno, ya me iba y terminé por decirles en ese momento que estábamos con los otros chicos en la esquina, que hay estaba mi amigo. ¡El que iba a ser el decano de la facultad!

Le dije a mi amigo, saltando de la alegría, que había estado con las chicas que nos habían hecho el ingreso, que estaba feliz por la conversación que habíamos tenido. Le conté lo sucedido. Me cuesta mucho recordar lo que expresó, pero era algo cercano a lo siguiente: me dijo que la gente como yo éramos como cenizas: nos desvanecíamos en el aire. Sabes por qué- le respondí- porque le echamos mucha leña al fuego de nuestras vidas, talamos todo el bosque dado para vivir porque no soportamos que todo esté tan oscuro. Que a la gente como yo –continuó- era a la que todos los estudiantes de letras terminaban leyendo, analizando. Que en el instante no se dan cuenta, pero que más adelante se van a acordar, que somos los que tatuamos nuestra alma –usando nuestro cuerpo como tinta- en el mundo para que luego el recuerdo sea más duradero. Le decía que no me importaba, y aún ahora me cuesta escribir lo que él decía al igual que me costó oírlo, porque yo no sé si me sienta tan así. Y si es así, es una sentencia en la que prefiero estar con los ojos vendados mientras baja la guillotina. Eso sí, taparme los oídos se me fue prohibido al igual que el tacto.
En ese instante, irrumpiendo, llegaron las dos chicas. Rápido le susurré a mi amigo: ¿por qué habrán venido exactamente en este instante…? No sé –me respondió- ya veremos…
Se dieron los saludos correspondientes. Nos preguntaron que si íbamos a ir al congreso, mi amigo respondió que tal vez, y yo les dije -airado aún por la conversación anterior- que si iba… ¡Iría por conocer por segunda vez el mar! A lo que recibí como respuesta la reprobación fija en su mirada cargada de fastidio hacia un borracho que no sabe lo que dice, pero... ¡Estudiantes de literatura! ¿¡Qué les pasa!? ¿No son los versos nacidos del mar los que ustedes analizan y estudian? ¿No son ustedes los que estudian y entienden esto? ¿Son ustedes hijos del mar o de un salón?... ¿Cómo perdieron el recuerdo del cálido y fraternal abrazo que brinda el mar?
La verdad que no lo sé. Solo soy un vago.

No me acuerdo que más se habló, solo se fueron perdiendo entre la multitud que bailaba bajo los láseres, el humo, la cerveza, la música… ¿Ahora sabes por qué vinieron? – Sí, ahora lo sabemos- le respondí a mi amigo. Le dije que él iba a ser el decano de esa universidad. Y espero que sea así… Esa es mi sentencia: el eco de su deseo.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

CARTA A RIGBY


A mi siempre me gustó leer las cartas que se daba recíprocamente la gente en la época en que no habían tanta tecnología como la conocemos hoy. Tenían mucho tiempo para responder, y no lo desperdiciaban, eran muy claros y exquisitos en su escritura. Ahora respondemos con mucha superficialidad, nunca profundizamos.
Es eso lo que quiero hacer: una carta de respuesta. Siendo consciente de todas mis limitaciones.

Querido Rigby:

Leyendo tu carta fue instantánea la tormenta de pensamientos que se desataron. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue el juicio que tuve en la época en que leí a Homero. Y era, debido a toda esa violencia tan viril, que no había cambiado nada. Que esa misma historia en la actualidad la veníamos repitiendo indefinidamente, siempre, obvio, con personas diferentes poniéndose la máscara de estos héroes y entregándole una, hecha por ellos, a las mujeres. Como si fuera, quizás, una premonición o una sentencia de la humanidad. (este quizás se parece al tuyo)

Me tomé el descaro de cercenar unas partes de tus escritos a partir del final y hacer un poema Frankenstein. Y como éste héroe moderno y trágico, es difícil de ver y no salir despavorido. Discúlpame por eso, pero es una manera de intentar darte una respuesta aceptable a tu pedido. Ahí va:

“Descubriendo yo mismo la respuesta”

...¿o Penélope sabía que Odiseo tuvo tiempo de treparse a tres mujeres, entre ninfas, mortales y semidiosas, en su fervoroso camino de vuelta?

¿estará mirando a Esquiria mientras responde?


¿Qué objeciones le podés hacer a una amante?


¿Pensaremos (pregunta a los energúmenos del sexo masculino) que ella piensa en nosotros mientras yacemos en el lecho de Nausicaa, inocente hija del rey de los feacios?

¿Todo esto es falso?


Amantes. Se pregunta el amado: Odiseo. Y le pregunta a su igual en género, a otro energúmeno del sexo masculino... ¿Y esperas una respuesta? Sí, tal vez la respuesta que te de sea la misma que te daría un Menelao o un Aquiles. ¿No valdría más buscar la respuesta en aquella que la tiene metida en sus entrañas? Hector Abad, escritor Colombiano, en uno de sus poemas decía algo así como que todos los hombres somos machistas, que una mujer “rebelde” nos molesta mucho. Y creo que por más que nos podamos acercar a nuestra feminidad nunca dejaremos de ser hombres. Y eso implica darle eco a la voz de Homero: gran y sublime intérprete de la pasiones humanas, pero también, de los hombres (ahora que lo pienso, la incertidumbre que existe sobre su nombre, tal vez venga a ser un símbolo que representa la historia narrada por un solo género, el masculino, el Hom-bre). Y por ahí no creo que nos topemos con una respuesta diferente a la que nuestro género nos ofrece. Así que más vale desterrarnos para poder escuchar.


Creo encontrar una respuesta, hacerle eco a otra voz, que espero te sirva para brindarle un matiz más a esa composición de dudas que te asedian al respecto. Una posible respuesta afín a las entrañas en las que exploras. Y es la voz del otro lado, esa que Homero nunca supo y nunca hubiera podido comprender totalmente por tener el límite de encarnar en su totalidad la voz de Odiseo, pero poniéndole una máscara a la de Penélope quitándose su razonamiento(puede ser costumbre de su tradición, en donde las mujeres no interpretaban los papeles de mujeres en el teatro sino que estos eran hombres con máscaras). Es la voz de Penélope, representada por una mujer más cercana al centro de la feminidad (Claribel Alegría). Una interpretación de las pasiones humanas vistas desde el otro ángulo. Visto desde la discreta pero firme tierra.

Carta a un desterrado

Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.

Tu discreta Penélope



Seguramente mi mejor concejo no sirva. Pero bueno... Creo que al evidenciar el problema no hay que ponerle máscaras sino dejarlas ser. Son muchas voces a las que se les cortaron la lengua. Nunca sabremos si Naussica era tímida o no. Eso vio Odiseo ¿será verdad? ¿Qué diría la mismísima Naussica al respecto? ¿Odiseo tenía el poder de la verdad? Odiseo, para mí tenía todas las pasiones que un hombre (energúmenos del sexo masculino), nada más. 

Espero me entiendas y te ayude en algo, que esto no quede diluido por ociosidades mías.



Mordekai, Q.S.M.B





sábado, 14 de septiembre de 2013

CAVERNA


<No habrá artículo porque antes no hay nada, y después, está el vacío>



Deja que la belleza desnuda derrumbe tus párpados con sus manos.
Entrégate al color de la carne y ve atreves de ella:
Recibirás la compensación divina.


En tus manos yacen las semillas.
La estalagmita es el pedestal donde reposa silente la nada.
¡Húndelas en aquél lago!


Siente el castigo por descuartizar el verbo
Hila las migas con lágrimas
Y contempla el germen de la vida.


Sucinta será su voz
Rehacedóra constante del alma
De la inmemorable pena y vigilia
Que produce el amor.


Regresa al santuario
Hasta traer el definitivo anhelo
y serás la última semilla.



jueves, 5 de septiembre de 2013

CINCO PASOS PARA AHUYENTAR AL MONSTRUO DE LOS REFLEJOS

El monstruo de los reflejos siempre está listo para asustar a aquellos que en las noches buscan algo de comer en la cocina, los que están en su cama y necesitan ir al baño, o los que llegan tarde a la casa.

Es astuto, hábil y sigiloso. Espanta cuando se está solo y siempre que se gira a ver en dónde se produjo el movimiento, desaparece o se teletransporta instantáneamente a otro sitio donde reflejarse.

La forma de evadirlo es sencilla:



Primero, ¡Corre, corre, corre desesperadamente hasta tu cama! Si puedes gritar, mucho mejor.








Segundo, es importante que cuando salgas a correr botes todo lo que tengas en las manos, como: llaves, maletín, superhéroes, muñecas, papeles, lonchera… lo que tengas. En caso de que no tengas cosas en las manos, un pequeño resbalón o caída puede resultar muy beneficioso.






Tercero, cuando llegues a la cama escóndete muy bien bajo las cobijas y empieza a temblar durante mínimo cinco minutos; no te puedes saltar esta parte o todo podría terminar terriblemente mal.






Cuarto, levanta un poco las cobijas y observa solamente con un ojo. Así el monstruo que se mueve en las noches por los reflejos de los vidrios y espejos, pensará que eres un espantoso gusano cíclope… y desaparecerá despavorido.







Quinto, después de todo esto prende la lámpara o luz de tu cuarto y actúan como si no hubiera pasado absolutamente nada aterrador.







Gracias a las hermosas ilustraciones de Loxitu.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Baño

Con un dolor inmenso entré al baño, todo igual: la ducha, el retrete, el lavamanos, el papel higiénico, el champú, el jabón,  las baldosas con figuritas que se trasforman en personajes fantásticos;  sin ventanas y dos bombillas. Entré, me quité la ropa, me vi con disimulo al espejo y vi a ése que siempre está ahí con ojeras y preferí, mejor así, no verlo más. Bajé la tapa del retrete y abrí la llave de la ducha que empezó a expulsar el agua que se fue calentando poco a poco hasta que el vapor invadió el recinto. Di mi primer paso, luego devolví la mirada al interruptor y sin pensarlo mucho apagué la luz. Todo quedó en tinieblas. Extrañamente cerré los ojos cuando la luz se apagó y me puse rápidamente bajo la ducha. Sentía como el vapor recorría todo el baño por medio de (imaginé en ese momento) serpientes, podía ver mi cuerpo en esa oscuridad total; el baño que era de más o menos dos metros de largo y uno de ancho se había vuelto un sitio en la nada, donde sólo yo existía. No pude dejar de pensar en lo simbólico que tenía esta situación, como si estuviera de nuevo en el vientre de mi madre: no con recuerdos mentales sino físicos, corporales. Me sentía protegido, tranquilo. Le di el rostro al chorro de agua y despacio, disfrutando de tocar mi cuerpo, empecé a enjabonarme: pecho, brazos, espalda, abdomen, nalgas hasta que llegué a donde mis manos querían llegar. Empecé a acariciarme, quería que fuera despacio, y de pronto, me hallaba subiéndole la temperatura al agua, sentía que podía resistirlo así me derritiera (o ese era, tal vez, mi verdadero deseo); miles de rostros y cuerpos vistos y no vistos pasaron por mi cabeza y en el obelisco de aquella selva tropical húmeda, estalló, se liberó el rugido del rey, del animal. Y de inmediato, como interrumpido por un rayo mi mirada se dirigió hacia donde se encontraba la puerta, el agua se salaba por culpa de mis lágrimas que se iban al sifón. No quería salir del cálido sitio. De aquel vientre artificial, no quería salir a la luz. Tal vez esa sensación quedó marcada en mí como un recuerdo del alma, de aquél día en que nací seguramente sin querer. Y se me viene a la cabeza en este momento aquellas palabras de películas que tanto escuché “no vayas a la luz”, o, “ve a la luz” pero las decían cuando alguien se iba a morir. ¿Será que cuando nací, morí? ¿La vida como la conocemos  será otro gran vientre del que naceremos cuando nos muramos? En fin, cerré la llave de la ducha, me sequé sin ninguna limitación causada por la oscuridad y encendí la luz que me segó. La vida me ciega a veces, me engrandece las pupilas. Sin más, me vestí y volví a nacer para volver a morir recostado en mi cama.

martes, 27 de agosto de 2013

Un parecer

A veces pareciera que para poder sobrevivir hubiera que liberarse  de pensamientos, frustraciones, lamentos… por medio de la ofensa, el insulto. Callar, retener, que es un recipiente con límite, tiene niveles de contención siempre diferentes según la persona. Según factores a veces tan insospechados como la herencia genética, hasta haber presenciado varios conflictos ya sean familiares, sociales, etc. Que por acción-reacción, por reflejo, hacen que desarrolles cierta capacidad, mayor o menor, en tu contención, en tu aguantar, retener, callar. Pero cuando sobrepasa el límite se libera de la forma en que estaba contenido y rompe con tanta energía que esta toca los límites del otro y genera la ofensa, el insulto hacia el otro (a veces siendo el otro uno mismo).  Es el gran alivio, el suspiro estruendoso ¡la libertad!

Pero el vacío empieza a buscar contenido, y el fondo del recipiente, es decir, lo primero que lo llena, es la culpa. La culpa de haber maltratado al otro; e independientemente de lo que le suceda se sienten los ojos que enjuician y, vas en busca del castigo, que sería la búsqueda del perdón (confiar en la bondad y honestidad del otro, y en un caso más sensato: la redención -trocar la culpa por un pedido, deseo del otro, y dejar la balanza equilibrada sin derecho a más de una entrega- ¿Pero no sería esto otra forma de liberación diferente al insulto? ¿Si la aplicáramos no para liberar las consecuencias de la otra liberación,  sino para esta misma?

Dicho así, el insulto sería para solitarios; y el perdón y la redención, para aquel que cuenta con la solidaridad del otro: un amigo. No sé, a veces pareciera que la vida girara perpetuamente entorno a eso: Callar, insultar y pedir perdón. 
Pero solo es un parecer.

...

Soñar con tener un jardín es hermoso.
Cumplirlo es tenebroso.
Podría borrarse el bello matiz que le da el sueño.

...

Los pómulos reposaban en las palmas de sus manos, como un trípode sosteniendo al cráneo para celebrar el ritual de hacer arder el cerebro. 

martes, 20 de agosto de 2013

Sueño compartido



Estábamos en la puerta principal de la casa, en la finca, allá en Colombia, donde yo pasé mi infancia. 

Nos sentamos en el borde, y al frente, a unos pocos metros, mirábamos el naranjo que lideraba el ejército de cafetales, platanales, mandarinos… que lo precedían.

Te empezaba a mostrar todas las aves multicolores que se hacían invisibles entre el árbol. –Esto expresaba la belleza en su estado más sublime: la fauna y la flora teñida por el matiz único de los sueños.-

Agarraba la cámara fotográfica y empezaba a explorar,  enfocaba algún pájaro, hasta que di con uno en especial: era tan minúsculo que tal vez solo exista en mis sueños… -y si existe en la realidad, solo existe en Colombia-.

Mira… no te muevas… – te susurraba mientras sentía tu cabello en mi rostro, entretanto, estabas entre mis brazos con una gran sonrisa, también, adornada con las pinturas sagradas del sueño.

Y todo se fue diluyendo tras tomar la foto del fantástico ser…hasta caer en el oscuro callejón al que llamamos realidad. Y me desperté.

...

¿Por qué quisiste acompañarme a un lugar que me da tanto miedo, y dejar que te mostrara algo tan lindo?

¿Ah? ¡Dime!   
   
-¿Por qué me dejaste acompañarte a un lugar que te da tanto miedo?

-¿Por qué te da miedo?

Tal vez me dejé acompañar porque se me quitó el miedo.

-¿Miedo a qué?

Ni yo sé, creo que aún sigo buscando. Y me llena de pasión eso, porque no lo entiendo. Pero eso no indica que me siga causando angustia y temor. Está en una habitación oscura de mi memoria, antesala a la del olvido. Mi niña, ésa es mi oscuridad, a la que le tengo miedo.

Pero dime, cruel, en tal caso que fuera compartido, ¿por qué irías?

-Viajar, explorar, conocer.

…Gracias. Eso hacíamos.


Finca Yaragüá, Tena, Colombia

lunes, 19 de agosto de 2013

...


El espermatozoide y el ovulo al desprenderse estaban destinados a la muerte; 
pero su encuentro la prolongó.

La vida es eso: la prolongación de la muerte.




...

Cada pensamiento enfocado en una idea y traído a la materia es un respiro.
¡Ojo! Si no enfocas puedes morir ahogado.

El suicidio se da porque el hombre se ahoga en sus pensamientos.
Si desarrolló todas sus ideas y muere -se mata- es porque no hay más oxígeno.

¿Mejor morir inocente que siendo secuaz de la muerte?

 ¡Auxilio!
        
      ¡Me ahogo!



viernes, 16 de agosto de 2013

Cantaleta

"La cantaleta es la máxima expresión del alma" Patrick


Ahora me encuentro a la víspera, nuevamente, de lo desconocido. De la angustiante sensación de lejanía. De no tener un lugar mío… que considere mío. Y es que pocas veces lo he sentido. Deudas me acechan, deudas pasadas. Deudas económicas, deudas morales, con el gobierno, con mis enemigos, hasta con mis amigos. La deuda conmigo es escribir. Pero... el maldito dinero. Sí, tendré que entrar, sobrevivir, sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir ¡Basta de esa palabra! Solo quiero un rincón donde pueda entregarme “al don de la abstracción” al menos por un instante. Tanto miedo me da... afrontar el tener que trabajar en lo que sea. Pero en el fondo también lo deseo para no estar creando cordones a vientres de madres regadas por ahí. No quiero tampoco ser piedra pesada en este puñado de amigos que tengo. Jóvenes, no aguanto mucho a los adultos y su “no hagas esto, no toques, dinero, camioneta, etc” Hecho a imagen y semejanza de dios: creen que se las saben todas. Y su excusa es la edad. No tengo la menor duda de sus experiencias, pero que no me las impongan, yo quiero vivir las mías e intentar, con voluntad animal, no salir del basto reino y convertirme en algo tan despreciable como eso... espero no sea imposible. Sé e intento convencerme de que ningún trabajo es lindo, menos en una ciudad. Que me toca arriesgarme a cualquier madriguera de mala muerte. Pero, mire chinito, estos hijuepútas eso es lo que buscan: que usted se rinda a sus pies y caiga en ese tire y afloje de ser, aparentar, y sufrir por “ordenes”. Eso ya lo sabía ¿cómo no ser un miserable moral? ¿Cómo no tener un alma carcomida por la máquina de los días y noches llenas de miedo? Intentando olvidar y caer en el desmayo, marchito… ¿Cómo no comerme al prójimo? ¿Cómo sobrevivir cuando padeces de miedo? ¿Cómo ser un valiente cuando tanto cobarde saca sus manos grises bajo la tierra en la que viven y te halan, y te arrastran, y se esfuerzan solo para hundirte en su miserable podredumbre? Yo me siento caer, sin oponer mucha resistencia. Ya ni sé cómo luchar. No sé si sea una mano que persigue mi rostro, para donde mire, buscando la oportunidad diaria de cachetearme. Y dime ¿Cómo putas mantener la esperanza? ¿Ah? ¿Acaso es posible o son puras mentiras, autoengaños? Si es verdad que a la nada le tememos por desconocerla ¿cómo le damos forma para conocerla y dejar de temerle? Ya ni sé si uno pueda darle la forma a su propio vacío. Chinito, no se preocupe tanto. Mire chino, yo creo que va bien. No piense tanto. Siempre estoy inconforme, pero intento creer que nada pasa... no pensar... Que todos me sobrepasan. Y yo, sigo estancado. Que poco he hecho por mí mismo (exceptuando estas ingenuas y sosas palabras). Y que no disfruto. Chicos, escuchen el concejo que les tengo: primero yo, segundo yo y tercero yo. -Profe, pero... pero... pero...

 ...¿Y qué si intento por cuarta vez entrar a un claustro universitario y salir un poco más de mi ignorancia? Ignorar menos cosas para seguir el camino incesante...  No, no creo que lo haga. He tanteado este terreno una y otra vez para llegar en este momento, creo yo, a entender el "porqué" que me causa la sensación de rechazo que desencadena la angustia de quedar en medio de una "nada", donde no se ven más caminos. He logrado, en gran parte (honestamente te digo que no toda), deshacerme de esta concepción que dice que solo "eres alguien" (como si ya no lo fueras) si estudias en la universidad. Como si el conocimiento institucionalizado fuera el único camino posible de aprender. Hablaba con un amigo una noche -tras una visita mía a una iglesia buscando un rincón para huir del ruido y encontrar algo de silencio- y le decía, dándome cuenta de esto en dicho momento (que por cierto no tuvo nada de silencio) que la gente suele brindarle el mérito de tener una experiencia religiosa a la Iglesia o religión; y creen que es la institución la que logra que esto suceda y no su necesidad y búsqueda -natural- de abstracción y cultivo del espíritu. Y no es que crea que estén errando (si se hace con consciencia) de camino, solo que no es el mío. Y creo que al igual que las instituciones religiosas, las instituciones del conocimiento no son el único camino para llegar al entendimiento. Sé que parece obvio, pero a mí me costó mucho entenderlo, necesité de la experimentación que fue influida intuitivamente, tal vez, por mis emociones. -Quería decir a mi favor, modestamente, que no he dejado estas carreras por incapacidad a la hora aprender: logré ser bueno en ellas. Pero después, solo quedaba vacío y sin motivación, a  diferencia de muchas cosas que hice, digámoslo feamente -como este adverbio-, por gusto, o placer. Y que ahora intento hacer con constancia, dejando ser y aceptando con gracia -y algo de sospecha- el resultado. No ha sido fácil, como te dije, enfrentarse a esa tenebrosa "nada" y empezar a formar un nuevo camino: el mío. Nada fácil y cero cómodo (si mi intención es moverme a través de él), ya que no son muchos (y la soledad así como puede ser un maestro, también es fatiga), o están bien escondidos, los que podrían hacerte compañía en esta elección.

Ya no hay cariño ni besos en la mañana. No. Yo no sé. No sé cómo entregarme. Cómo extraño darte caricias, estar a tu servicio. Cansado de mi inestable virilidad podría buscarla en otro lado. Cansado, sí. Sufro de cansancio constante, quién lo diría.

 
 

miércoles, 14 de agosto de 2013

El Mar

… Cuánto tiempo duró nuestro saludo,no podría decirlo con palabras.Solo debo agregar que en aquél díanació en mi la inquietud y el ansiade hacer en verso lo que en ola y oladios a mi vista sin cesar creaba.Desde ese entonces data la fervientey abrazadora sed que me arrebata:es que, en verdad, desde que existe el mundo,la voz del mar en mi persona estaba.Nicanor Parra

Tímido mojé mis pies en su agua
miré sus olas y me surgió una pregunta:
¿Cuántas olas habrá hecho el mar en toda su existencia?

Las olas iban cayendo de sur a norte,
al instante otra más grande la perseguía y se unían,
y luego una más pequeña,
una primogénita, iniciaba de nuevo.

Era una familia que nacía y moría en un instante,
dándole paso a la siguiente.

Parecía, pensé, una máquina de escribir.
El rodillo de la máquina
donde se apoyaban las hojas
era donde el mar había escrito tantas historias,
como sus olas y espuma fabricadas por el viento.

Siempre le pedí permiso
para entrar.

Era como un padre:
Jugué con sus olas
y me pareció,
siendo él el más fuerte y respetable ser,
también el más tierno,
divirtiéndose conmigo,
que era su hijo.

lunes, 12 de agosto de 2013

   


   Sé el animal que tomó otro camino
   -diferente al de su especie-
   y hazla más grande:
   diversifica la vida.





domingo, 11 de agosto de 2013

Mediocris

En mi pueblo del que no quiero dar, en este caso, más de unas cuantas descripciones va a transcurrir, puede ser, lo que me llevó fuera del país; esa dicotomía que se fue entrelazando en mí como aire caliente y frío generando este gran huracán con su ojo excesivamente ingenuo y pasivo, que es donde me encuentro ahora, atrapado, con miedo de entrar en la ventisca.

Mi pueblo: 2600 metros sobre -y lejos- el nivel del mar. Lo cual lo hace un entorno frío, de páramo; casitas coloniales, rodeado de montañas y la totémica peña de Juaica que llega a 3000 metros sobre el nivel del mar.

En aquella época tenía el cabello largo y las palabras cortas. Me levantaba temprano para ir al colegio en esas mañanas húmedas y frías en que lo único que quería hacer era estar bajo las cobijas soñando y soñando; tomar chocolate, asomarme por la ventana y seguir durmiendo. Iba al colegio temprano para evitar percances, siempre con el miedo a la discordia de la entrada por mi cabello largo, zapatos, saco, camisa. Era un chico de carácter débil. Me decían algo y mi corazón empezaba a latir como loco y mis manos a temblar. Una sensación de mierda, de mierda, de mierda de mierda. Sin embargo, con un débil “pero”, agachaba la cabeza, me callaba, y seguía al colegio tranquilo de haber podido entrar, mas, instantáneamente, repercutía la sensación de ansiedad por salir nuevamente y llegar a casa de mi abuelita: comer mientras veía la televisión y dormir toda la tarde; ya que dormir y soñar era, para mí, la mejor televisión, donde yo era el personaje de toda esa obra onírica y fantástica.

Los primeros años del colegio era mediocre y perezoso, no hacía tareas, perdía de 5 a 8 materias por bimestre. Los últimos años también fui mediocre y perezoso pero máximo perdí una materia por bimestre. Veía toda esta recta de cursos: 6to 7mo 8vo 9no 10mo 11 en subida, como una gran montaña, siempre con el miedo de quedar a medio camino, pero sin querer estar allí. Con ganas de terminar, y sin esperanza de hacerlo por lo largos que eran los años en ésa época.

Escribo esto por miedo, nada más. No hay nada más cruel que aquél que te amenaza con tus propios fantasmas. Suelen ser tus amigos o conocidos que con una falsa solidaridad te pusieron la soga al cuello con favores y tú, yo, me hice trasparente. Humanos de mierda que somos.

Toda esta cagada que soy es nada más y nada menos que, no sé si como todos, el abrazo o la cachetada simultánea entre apariencia y realidad, que nunca se sabe a la final quién manda.  Mi apariencia de chico, obediente y guapo, me ha facilitado muchas cosas, lo acepto, pero esas cosas, no sé si por una especie de honestidad o el reclamo de algo que podríamos llamar real,  no me dejan satisfecho. Digo que me han favorecido por que en este mundo de apariencias, la mía, encajaba muy bien: hijo de familia católica, de pueblo, rubio, guapo, obediente, juicioso, amable y con una linda sonrisa -y no sé por qué la gente relacionaba esto con que fuera inteligente-.

Me sentía muy incómodo en el colegio, atrapado. Celebraba como un costeño en carnaval que se cancelaran las clases porque el profesor no había venido; por algún paro, asunto familiar, no me importaba, yo salía feliz hacia la casa a dormir.
Pasó el tiempo y cada vez fui rompiendo, hipócritamente, en silencio, aquella frontera de miedo: la de faltar al colegio. Me vestía para ir al colegio y en vez de guardar  cuadernos guardaba en la maleta otra camisa y otros zapatos. Salía de la casa como lo hacía normalmente, caminaba una cuadra en dirección al colegio, me aseguraba de que no viniera ningún profesor en el carro y giraba rápido, sintiendo miradas de reprobación en la espalda como si me estuviera siguiendo una víbora. Corría con mucha angustia y adrenalina, corría, corría y paraba; me ponía los otros zapatos, me quitaba el saco, me ponía la camisa  ¡me sentía libre, salvaje! y te empezaba a subir Juaica, sin parar, sin titubeos, no temblaba, no me latía el corazón a mil, me movía con suma comodidad y destreza y pronto, tan rápido como lo haría un pájaro, llegaba a la cima y miraba desde allí todo el pueblo que se volvía tan pequeño a mis pies. Ésa gente de la que quería huir ahora eran como hormiguitas revoloteando de un lado para otro.  Me sentía entero, acompañado por dios, imitando a dios: omnipotente, viéndolos a ellos y ellos sabiendo que existo, pero sin verme.

Si soy descendiente de españoles por mi aspecto y algunas costumbres familiares como ir a misa: ¿Por qué hacía con tanta naturalidad lo que hacían los indios Chibchas, como si fuera tradición?  Ir a morir a la peña de Juaica para ocultar el tesoro del Zipa, como si repitiera no el vía crucis de Jesús sino el de estos indios anónimos ¿No es contradictorio? Y de hecho yo lo soy, y en cada cosa relacionada a mí que le echo cabeza, encuentro éste fenómeno.

En esto no era mediocre. No sufría la crisis de lo inalcanzable, la angustia del medio que no se puede disfrazar de esperanza, como los que están abajo, ni  sentir vértigo, como los que están arriba. Esta medida de cordillera no todos la practican. Allá en mi pueblo son pocos los que salen, los que van, porque las montañas les impiden ver más allá. Lo que yo descubrí fue que subiendo a la cima de Juaica es donde podemos ver el inmenso horizonte que aquél que vive en el valle no ve. Ése obstáculo para unos se convirtió para mí en deseo. Deseo de irme más lejos. Y Cuando lo logré, me di cuenta que seguía en mi pueblo: las mismas montañas, las mismas casas, la misma gente, y yo, con mi dicotomía de mentira y verdad, entre mi pericia en subir montañas y mi mediocridad en subir notas, entre mi aparente inteligencia y mi real sensibilidad, seguía en el ojo de aquél huracán.
Peña de Juaica, Tabio, Colombia.


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