martes, 20 de agosto de 2013

Sueño compartido



Estábamos en la puerta principal de la casa, en la finca, allá en Colombia, donde yo pasé mi infancia. 

Nos sentamos en el borde, y al frente, a unos pocos metros, mirábamos el naranjo que lideraba el ejército de cafetales, platanales, mandarinos… que lo precedían.

Te empezaba a mostrar todas las aves multicolores que se hacían invisibles entre el árbol. –Esto expresaba la belleza en su estado más sublime: la fauna y la flora teñida por el matiz único de los sueños.-

Agarraba la cámara fotográfica y empezaba a explorar,  enfocaba algún pájaro, hasta que di con uno en especial: era tan minúsculo que tal vez solo exista en mis sueños… -y si existe en la realidad, solo existe en Colombia-.

Mira… no te muevas… – te susurraba mientras sentía tu cabello en mi rostro, entretanto, estabas entre mis brazos con una gran sonrisa, también, adornada con las pinturas sagradas del sueño.

Y todo se fue diluyendo tras tomar la foto del fantástico ser…hasta caer en el oscuro callejón al que llamamos realidad. Y me desperté.

...

¿Por qué quisiste acompañarme a un lugar que me da tanto miedo, y dejar que te mostrara algo tan lindo?

¿Ah? ¡Dime!   
   
-¿Por qué me dejaste acompañarte a un lugar que te da tanto miedo?

-¿Por qué te da miedo?

Tal vez me dejé acompañar porque se me quitó el miedo.

-¿Miedo a qué?

Ni yo sé, creo que aún sigo buscando. Y me llena de pasión eso, porque no lo entiendo. Pero eso no indica que me siga causando angustia y temor. Está en una habitación oscura de mi memoria, antesala a la del olvido. Mi niña, ésa es mi oscuridad, a la que le tengo miedo.

Pero dime, cruel, en tal caso que fuera compartido, ¿por qué irías?

-Viajar, explorar, conocer.

…Gracias. Eso hacíamos.


Finca Yaragüá, Tena, Colombia

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