Estábamos en la puerta principal de la casa, en la finca, allá en Colombia, donde yo pasé mi infancia.
Nos sentamos en el borde,
y al frente, a unos pocos metros, mirábamos el naranjo que lideraba el ejército
de cafetales, platanales, mandarinos… que lo precedían.
Te empezaba a mostrar
todas las aves multicolores que se hacían invisibles entre el árbol. –Esto
expresaba la belleza en su estado más sublime: la fauna y la flora teñida por
el matiz único de los sueños.-
Agarraba la cámara
fotográfica y empezaba a explorar,
enfocaba algún pájaro, hasta que di con uno en especial: era tan
minúsculo que tal vez solo exista en mis sueños… -y si existe en la realidad,
solo existe en Colombia-.
Mira… no te muevas… – te
susurraba mientras sentía tu cabello en mi rostro, entretanto, estabas entre
mis brazos con una gran sonrisa, también, adornada con las pinturas sagradas
del sueño.
Y todo se fue diluyendo
tras tomar la foto del fantástico ser…hasta caer en el oscuro callejón al que
llamamos realidad. Y me desperté.
...
¿Por qué quisiste
acompañarme a un lugar que me da tanto miedo, y dejar que te mostrara algo tan
lindo?
¿Ah? ¡Dime!
-¿Por qué me dejaste
acompañarte a un lugar que te da tanto miedo?
-¿Por qué te da miedo?
Tal vez me dejé acompañar
porque se me quitó el miedo.
-¿Miedo a qué?
Ni yo sé, creo que aún
sigo buscando. Y me llena de pasión eso, porque no lo entiendo. Pero eso no
indica que me siga causando angustia y temor. Está en una habitación oscura de
mi memoria, antesala a la del olvido. Mi niña, ésa es mi oscuridad, a la que le
tengo miedo.
Pero dime, cruel, en tal
caso que fuera compartido, ¿por qué irías?
-Viajar, explorar,
conocer.
…Gracias. Eso hacíamos.
Finca Yaragüá, Tena, Colombia |
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