Sabía que en mi alma, que es tan animal,
existían ciervos, aves, insectos, lagartos, tortugas, osos, serpientes,
leopardos, medusas, tiburones... era la más diversa manada que se desbocaba
cuesta abajo de mi alma, que estallaba en muchos rayos de luz sobre el mundo
dándole forma a las nubes, y, así, mi alma era la fauna del cielo. Comprendí
que lo que más temía era lo que más quería hacer: zambullirme en aquel lago
espejo del cielo azul.
Neuquén, Argentina |
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