sábado, 25 de febrero de 2012

Recuerdo, sé y no sé

Recuerdo la plaza, recuerdo aquel pueblo de kiosco verde, donde golondrinas revolotearon y revolotearon, yo las veía, húmedo piso, cuadriculado, eterno. Recuerdo cada uno, cada grieta en el piso, tomo aliento y me miro en lo lejano, y es que siempre lo busque y ahora lo encontré y ahora te recuerdo, te extraño. Y es extraño porque es un sentimiento marciano. Ay, ay… cualquiera que sea la razón, ya sé que es para bien, y algo que no quiero que suceda es que mis padres fallezcan y yo aquí en la lejanía esté, pido a los marcianos, dios y altísimos dioses que los protejan y los ayuden, que ellos se ayuden a ayudarse y viceversa, que sea el mundo a favor de ellos. 

Todos los que quiero, que sean abrazados todos los días por qué amor se merecen, nos merecemos todos. Y ya no sé si lo que digo es por que busco un abrazo o quiero dar unos, igual sé que si doy me dan y así solo lo disfruto porque ya sé que ustedes lo disfrutan tanto como yo o más. Ahora es cuando se siente amor puro, cuando ya no tienes al amor cerca, este se voló y ya que, no soy de los que les gusta ver a un ave cautiva, prefiero escuchar su lindo canto y ver su rítmico vuelo. Yo, sí, yo, pues no soy el crucificado, solo soy un afortunado y ser afortunado tiene sus cosas así como el sol la luz y la luna melancolías. No me quejo, aunque a veces sí, y lo hago porque me endurezco como la arcilla, pero siempre me llega ese baldado de agua que me pone blandito de nuevo. Pero así es como funciona el mundo y que se yo, hasta el universo. 

Cuando ya no quiero vivir más, por que de alguna manera lo siento y si ustedes no lo sienten, están locos. Cuando tengo ganas de morir me hecho a dormir y lo que me sorprende es que los sueños me muestran lo bello que es vivir, y así, muriendo sé, que me gusta vivir. Dirán que me creo un sabiondo porque sé y sé, pero la verdad también no sé y no sé. No sé cómo no saber, y de eso me doy cuenta cuando ya supe. Ahora me voy a morir un rato, perdón, a dormir un rato.

Un mes despues

Un mes después, la tortuga se dispone a dormir
Aun se escucha en susurro
Los sonidos del norte del sur.

El bravito Toro es dócil y deja acariciar sus cuernos
La misteriosa Lechuza, solo deja escuchar su lento parpadear y medita durante largo tiempo su vuelo.
La Cabra brinca en las montañas pedregosas, pero su balar brinda esperanza
El Corderito corre feliz, sus ojitos brillan y su ternura es de nube.

Ya es un mes después, y la tortuga escucha los susurros del Toro, la lechuza, la Cabra y el Corderito
Guarda su cabeza en su caparazón y lento, lento cierra los ojos, yéndose a lo profundo de su ser.

viernes, 10 de febrero de 2012



Y de nuevo ando con mis manos guardadas en los bolsillos, y mi pecho cóncavo, y mi espalda convexa denotan mi inseguridad lastimera. Solo dentro de mi caparazón me siento cómodo. Pero siempre está la angustia de presa, por aquel cazador: el mundo, que está allí afuera.

Y así, paso entre paso, llegué tarde a la repartición de herramientas, ya los vivos se las habían llevado y yo, con las manos en los bolsillos vacios regresé a mi caparazón sin herramientas, más que la suerte y la fantasía, que no son herramientas prácticas para atornillarse la cabeza, es todo lo contrario: hacen que se caigan las tuercas. Con parsimonia, lentitud y algo de estupidez concibo bello cada movimiento del cazador y sin perdón, me avergüenzo de los míos. Miserable, otros te podrán ver como ídolo porque has encontrado un instrumento donde pocos lo encuentran: seguro bajo una roca que todos ignoran o la espuma del mar que no conozco.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Y es que sé
Sé que soy chatarra académica
Hay gente de oro, de plata, de cobre
Pero yo, soy chatarra.
Antes tal vez fui algo mejor que eso. ¡Qué puto vanidoso!
Fui usado, indebidamente/es como debe ser/, o eso es lo que pienso yo, y, ¿qué pútas vale lo que pienso? Seguro, ni siquiera vale.
En mis sueños, dejaron cuentos inconclusos
Que aún hoy, los muérganos, levantan la mano callados pidiendo atención. Pobres necios condenados.
Con un ocho y un minuto dibujado en el reloj
Recibí un portazo en la cara que poco a poco se empezaba a doblar, a desfigurar. Y aún así, tengo lapsos en los que me veo al espejo y me creo un buen ser, ilúso leproso.
Seré recogido por aquel hombre de megáfono que compra la chatarra por un precio muy bajo, ése debe ser mi sitio: el basurero.
Y, ¿si intento que me reciclen? Eres chatarra inservible, vete al carajo, a la mierda.
Entiendo, no es mi sitio el basurero.
Entonces, nadaré junto a las moscas que alimentaré, seré espía de aquellos que se tapan su nariz por mi fétido olor. Me iré a la mierda, permiso señores.