miércoles, 17 de octubre de 2012

Humedal



A  sesenta kilómetros de la ciudad de Bogotá, en la sabana, se encontraban las montañas que bordeaban el valle por donde corría un río rodeado de sauces. A poca distancia de éste, había un humedal cubierto por plantas en la superficie donde las libélulas brillaban. Amablemente, el humedal le regalaba agua en la sequía al río y en la abundancia, le pedía prestada al acaudalado.

Un día, unas motobombas bestiales succionaron toda el agua del humedal, dejando así un cráter que rellenaron con los escombros de la ciudad.  “Esto es progreso” decía la gente asomándose por las ventanas de sus autos que transitaban por la vía hacia Bogotá.

Después de que llenaron el hueco, se construyó un enorme edificio, luego otro y otro, hasta completar un conjunto de ellos. La gente empezó a  habitar como hormigas estos edificios lujosos, “edificios inteligentes” les decían. 

Así pasaron los años y las generaciones se olvidaron de aquel hermoso humedal.

Ariel era un niño de seis años de edad, tenía unas gafas tan grandes que hacían ver sus ojos como de sapo. Le encantaba pintar, por eso siempre cargaba bajo su brazo el libro de dibujo y la caja de colores. Su familia había decidido marcharse a las afueras de la contaminada y sucia ciudad de Bogotá a respirar aire puro. A Ariel le fascinó la idea de ir a vivir al campo. Creía que como los grandes artistas, podría plasmar en su hoja de papel el paisaje que veía.

Así fue como sentado sobre una roca gris cubierta de líquenes, alistó su cuaderno y sacó punta a sus colores. En su horizonte se veían las montañas que parecían indígenas gigantes acostados contemplando el cielo. Los sauces dejaban caer su llanto de hojas sobre un río que serpenteaba, Al lado de él, se veía un conjunto de edificios en donde había un parqueadero de carros perfectamente organizados. “Aburridos” pensaba.

Ariel empezó a hacer su dibujo. Miraba el paisaje y luego lo ilustraba en su cuaderno. Casi terminando, pensó: “Creo que se vería mejor y más bonito un lago aquí”. Y así lo dibujó.

Al día siguiente en todos los medios de comunicación del país se anunciaba que el invierno había hecho estragos. El cielo estaba gris, las lluvias habían torrenciales, hubo aludes de tierra que enterraban las casas y las cosechas se vieron estropeadas por los predios inundados. 

En lo que más hizo énfasis los noticieros fue que el prestigioso conjunto de la sabana de Bogotá había quedado bajo el agua. Pedían a la gente rezar por aquella gente que sufría millonarias pérdidas.

Abrigado, Ariel tomó la sombrilla de su madre que estaba arrodillada frente al televisor, rezando por aquella gente que estaba a tan sólo unos kilómetros de su casa. Ariel aprovechó la distracción y a hurtadillas salió de la casa dirigiéndose a la roca de líquenes.

 Allí, en el horizonte, al igual que en su dibujo, se veía un gran lago. Pero Ariel, escondido bajo la sombrilla de la leve lluvia que caía en ese instante, pensó: “Algo le falta”. Así que desempañó sus enormes gafas, sacó punta a su color, y sin más, empezó a dibujar sobre el lago muchas plantas que flotaban: “Lentejas de agua”, así le habían enseñado en la clase de biología “Sirven para limpiar el agua sucia”, le dijo a su dibujo guiñándole su gigantesco ojo de sapo.

 Semanas después las lluvias no cesaban, “Es una tragedia nacional” decía el encorbatado señor de las noticias, “las plantas se tragan lo que queda del conjunto”, “los propietarios están intentando levantar una enorme muralla para detener el agua del creciente río” “intentan drenar el agua con motobombas, pero parece imposible”.

Ariel veía ahora a su padre que estaba arrodillado al lado de su madre rezándole al televisor. Se escabulló de nuevo para terminar su dibujo. Regresó a la roca de líquenes que ahora estaba siendo invadida por húmedos musgos, allí se sentó y miró al horizonte. “¡Está creciendo un muro!” dijo mientras limpiaba sus gafas para examinar mejor, pero el resultado fue el mismo: un muro que dividía el lago del río. Ariel, como un experto, hizo unos cuantos retoques en el dibujo. Y sonriente dijo: “¡ya está!”

Ariel miraba orgulloso su dibujo cuando llegó a casa. Fue directo a su cuarto y con una cuerdita colgó su dibujo al respaldo de la puerta. Mientras tanto, en el televisor, los titulares decían: “el agua ha subido en la sabana de Bogotá”, “el muro que se estaba construyendo ha desaparecido”, “la gente sigue rezando para que todo esto acabe pronto”, “el conjunto de la sabana ha desaparecido”.

Después de tantas lluvias, catástrofes, emergencias, inundaciones y millonarias pérdidas, el verano por fin llegó, pero el agua en la sabana de Bogotá no se había ido. El lago se había conservado cubierto con sus lentejas de agua. 

Al llegar de la escuela Ariel descolgó su maleta y encendió el televisor. Inmediatamente las noticias anunciaban: “Si señores, es increíble”, “han llegado desde el norte, dicen los biólogos”, “se han asentado para descansar”, “es posible que duren semanas”, “son hermosos”.

Ariel al escuchar esto sonrió y salió corriendo a su cuarto, cerro rápidamente la puerta y en el respaldo, allí, en el dibujo, se veían las montañas de la cordillera andina, el verde valle por donde surcaba el río rodeado de sauces llorones y el lago, donde se veían nadar a los coloridos patos y tingüas que habían regresado al humedal de la sabana.

martes, 28 de agosto de 2012

LUVINA

Análisis del cuento Luvina (El Llano en llamas, 1953)

 Juan Rulfo
(México, 1918-1986)



LA JUSTA ENTRE NARRADORES

En el relato encontramos dos narradores que ordenan la historia, uno en tercera persona y otro en primera persona:
 El que narra en tercera persona siempre describe el presente de la historia con una mirada externa, no interviene en la historia dando juicios de valor sobre lo que describe. Empieza diciendo donde está Luvina, qué la rodea, qué la acompaña y el clima. Luego nos traslada y describe el sitio donde está siendo narrado el recuerdo: La tienda, el personaje, los comejenes y lo que está afuera de la tienda: los niños, la noche, los almendros, el río, los sonidos, etc. Y al final es el que cierra el relato.
El narrador en primera persona, por lo contrario, narra un recuerdo; éste es participe de toda la historia siendo el personaje principal, da sus propios juicios de valor. Cuando empieza a narrar su experiencia en Luvina sabemos que se la está trasmitiendo a un futuro visitante que va de camino hacia allá. El personaje - dando sus propios juicios de valor-describe a Luvina de una forma gris, sola, árida, triste, desesperanzadora, lúgubre, un sitio al que él nunca volverá, que es el purgatorio, donde dejó su vida, qué le dejó un mal sabor y hay hambre. Nos damos cuenta que tiene una intensidad inclinada hacia una Luvina con estas características. Con sus propias palabras el personaje no lo confirma: “usted ha de pensar que le estoy dando vueltas a una misma idea. Y así es, si señor.” Nosotros -como lectores-  al igual que el visitante solo conocemos a Luvina solo conocemos a Luvina por la descripción del personaje, pero no sabemos si en realidad tiene esas características, si solo es él el que piensa eso o si los habitantes de Luvina piensan lo mismo. Solo conocemos un punto de vista, un sentir que el personaje describe según su experiencia.

En el texto encontramos que los dos narradores, de forma indirecta, mantienen una oposición, una justa. Es claro que ambos contrastan en lo que dicen. Cuando el narrador en primera persona nos lleva al recuerdo y dice: “(…) en Luvina el aire que sopla es negro”. Pareciera que el narrador en tercera persona -hablando del presente- le respondiera:”el rumor del aire moviendo suavemente las hojas de los almendros”. Es como una justa entre el recuerdo/el pasado -oscuro, triste, desolado, moribundo, solitario, lúgubre- y el presente --tranquilo, natural, fresco, suave, joven (por los niños), etc.-. A lo largo del texto se ve este constante contraste, por medio de la voz de los narradores, entre recuerdo/pasado y el presente.



EL ANTES ENCARCELADO EN EL DESPUES.

En el relato identificamos una línea de tiempo: el pasado, el presente y el futuro. El pasado lo conocemos el texto gracias a la narración que relata el personaje principal. Pero ese recuerdo, que es del pasado, de un antes, lo trae al presente, un después para contarle su experiencia en Luvina a un futuro visitante.
El narrador en tercera persona describe lo que sucede en el presente. Pero vemos que en el texto tiene más intensidad la narración del personaje principal que describe el recuerdo. Esto nos va orientando y dando las bases para nuestra hipótesis, ya que, el personaje adjunta su pasado en el presente por medio del recuerdo, para mostrárselo a un futuro visitante de Luvina. En ese punto, nuestra perspectiva -como lectores- se enfoca en la descripción del recuerdo, de ese antes y nos atrapa, encarcela junto al personaje principal que narra. Pero el narrador en tercera persona nos saca por instantes de ese “encarcelamiento” y nos muestra lo que sucede afuera del recuerdo, o sea, el presente, el después. Pero el personaje permanece encarcelado en el recuerdo. Pide a los niños que se vayan más lejos para poder seguir hablando, toma cerveza para que se le quite el mal sabor del recuerdo, cosa que sucede al final, cuando recae y queda dormido después de haber bebido mucho.




LOS TRES ESPACIOS Y EL PERSONAJE
Los espacios que conforman el relato son: el sitio donde está ubicada Luvina, la tienda y alrededores y el recuerdo del personaje.
El sitio en el que está ubicada Luvina se describe en el primer párrafo donde el narrador en tercera persona nos coloca, por así decirlo, en el espacio geográfico que es la base necesaria para el desarrollo del relato.
Acercándonos con lupa, decimos que el espacio que viene después de la base (el espacio geográfico) es la tienda y alrededores, en donde, en el presente, está ubicado el personaje principal contando su experiencia en Luvina. Está en una tienda y da la impresión que ésta lo aislara del exterior y lo atara con la cerveza de Camilo (el tendero) al recuerdo que le cuenta al futuro visitante de Luvina. Cuando lo que está en el exterior, o sea, alrededor de la tienda -el sonido del río, el rumor del aire moviendo los Almendros y los niños jugando, todo esto en la noche que avanza- intentan distraerlo, el hombre les dice que no lo interrumpan, que se vayan más lejos. Así, el personaje, estando en el presente, se aísla de éste, lo expulsa y se interna, se concentra, se encarcela en su recuerdo, en el pasado.
El recuerdo del personaje es un espacio amplio en el cual encontramos otros espacios, más cortos, que lo componen. Estos espacios los vamos conociendo según la vivencia del personaje en el pasado, que llegó a Luvina con su mujer: Agripina y sus tres hijos pensando que este sitio era como el cielo. Pero allí, en Luvina, el personaje sufre una transformación que lo lleva a pensar que Luvina no es un cielo, sino, un purgatorio.
El personaje llega con ilusiones cabales, pero todo en este pueblo árido donde el viento es como un rugido, es diferente a lo que él conocía. Desde su primer día todo es diferente y difícil en Luvina: en una iglesia que no parece iglesia, les toca dormir con su familia, y la noche que no parece una noche normal, es desconsoladora, las mujeres tiene que cargar el agua por una cuesta, allá no crece nada, la tierra está reseca, sin árboles sin una cosa verde para descansar los ojos, el viento se lleva los techos de las casas, llueve poco y cuando llueve azota y desgarra la tierra. Allí es donde “anida la tristeza”, y viven los viejos que cuidan los muertos, las mujeres sin marido y los niños, que cuando dejan de ser niños se van y se vuelven los futuros esposos de las futuras mujeres que al igual que sus padres, esporádicamente, van y depositan hijos en los vientres femeninos del pueblo y llevan bultos de abastecimientos a los viejos hambrientos. Allí todo es diferente y difícil para el personaje, desde el entorno que es agreste hasta la gente que pareciera que le hubieran tablado la cara; un lugar moribundo, solitario y desolado, de costumbres distintas para el personaje. Allí fue donde él vivió y dejó la vida y cuando volvió ya estaba viejo y acabado. Y nos preguntamos si en realidad volvió, porque a pesar de que está en otro lado –la tienda, Camilo, el visitante, los niños, los almendros, etc. ¡El presente!- éste sigue “viviendo” en Luvina, porque allá dejó la vida. Y su mirada está en el recuerdo, en el pasado, en ése antes, que después lo encarceló con sus tristezas, esas que intenta evacuar con la bebida pero que termina reteniéndolos aún más al recordarlos. El personaje adquiere las características de sus juicios de valor sobre Luvina, parece alguien moribundo, solitario, desconsolado, árido, desesperanzado. Da la impresión de que aunque mira los comejenes sin alas que parecen gusanitos desnudos, sigue sumergido en su recuerdo, hasta el punto en que queda dormido sobre la mesa. Es como si sus días fueran todos los mismos, como una maldición. Él no recordará nada más que lo que vivió en Luvina. 

jueves, 23 de agosto de 2012

Respiro

Como me he quedado sin palabras para contar intento (mediocremente) hacer algo, intentar así sea una miseria de paso flácido. Esto es lo que veo desde mi cuarto: la belleza de los árboles. Por unos minutos no pienso y caigo de nuevo en mi horizontal, cómodo, inquietante e irresponsable lecho a esperar. Cómo quisiera ser un árbol... danzando en el sitio en el que se está plantado, con las raíces profundas absorbiendo los nutrientes en la compactada oscuridad y salir con gran esplendor, con las palmas al cielo y recibir el sol abrazador. Y poder respirar, respirárte, respirárnos, aunque sea tan efímero, para mi ése instante dura más que un día entero.

lunes, 6 de agosto de 2012


¡Compadre! ¡Compadre!
¿Qué?
Parece que se volvió a parar
¿Qué?
La alegría
¡Ay! compadre.

domingo, 5 de agosto de 2012

PLAGIO CREATIVO


“Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos.”(García Márquez)

“Al tercer mes de amarse habían causado tantos estragos dentro de la casa, que mamá tuvo que desempolvar las maletas arcaicas para echarlos de allí, pues su hijo recién casado había llevado a Luisa su enamorada y se pensaba que era una de las prostitutas. Su madre lloraba todos los días.  El amor de él y Luisa era cosa de dementes, y las mañanas en la casa, que en marzo proveían de mudez y calma, se habían convertido en una bulla de locos y gemidos grotescos.” (Ale0n) 

sábado, 28 de julio de 2012

¿QUÉ SUCEDERÍA...SI UN DÍA LAS ESTRELLAS SE FUGARAN?


Me hallaba en las faldas de la montaña sentado sobre una roca enorme cubierta por líquenes y musgos, miraba al cielo, miraba las estrellas. Esperaba que pasara una estrella fugaz para pedirle un deseo, meditaba… y mientras meditaba, todas las estrellas se fugaron dejando su estela tan solo unos segundos. Fui afortunado, tantos deseos…

Pedí ser millonario, pero el barco en que venía mi oro quedó a la deriva.

Pedí una mujer hermosa, pero todas las mujeres se
vieron vacías de esperanza como la noche sin estrellas.

Pedí que mi abuela regresara de la muerte, pero ella se había fugado montada en la osa menor.

Los astronautas fueron desgraciados, la gente no miraba al cielo por miedo a la nada, la señora noche perdió los adornos de su vestido negro y la gente esperaba ansiosa que el día llegara pronto.

Así que mi último deseo fue que las estrellas volvieran. Y con la manos en mis bolsillos, caminé cuesta abajo hasta mi casa, guiado por los astros que me acompañaban a todos lados. No podía deshacerme de los seres celestes que nos acompañan a todos lados; inclusive si salimos del planeta, ellos están… y más cerca que nunca.



domingo, 15 de julio de 2012

BUSCANDO


Buscando, paso las hojas como aspas. Aspas que con el tiempo han ido formando un callo que aísla mi carne del contacto contigo. Por eso no hablo de ti, si no de mí. Creo la fortaleza con ladrillos invisibles.

Buscando encontré la página en blanco, llena de horizontes: hilos sin coser palabras que remendaran el drama de mi pecado.  Pecado inocente, infantil, al que tomé (y no quiero más) para no sentirme traicionado. 


¡Traición al traidor!

En este juego participan todos mis fantasmas, uno tras de otro, pero nadie delante de mí. Siempre con puñales (apuntando al frente) escondidos bajo las mangas de pesados trajes oscuros  guardados en armarios de casas milenarias. No asesinaría a nadie, solo…

¿Esperar?


Es enterrar mis pies en tu sexo, mujer, o en tu ano, corazón, y mostrar la blanca espalda de mis ojos a tu distante orgasmo y latir. Ahogar mi mirada en lo profundo de mi cabeza y soñar, en un lindo y sublime jardín perfumado, rosando tus labios de textura de pétalo… y darme cuenta que lo deseado son labios embadurnados grotescamente con una gruesa capa de labial.

Buscando escribí y no encontré más que una puñalada. Una muerte, nacimiento de la próxima víctima y victimario. Nuevo fantasma, nuevo vivo. Cadena  con eslabones de vida y muerte, logros y saboteos que rebotan en otros lucros. Rumiar de manzanas verdes, maduras y podridas.

Ahí te dejo el plato servido. No te levantes de aquí hasta no comer, hasta no terminar. Si no comes, más hambre te dará y tus dientes se afilarán para devorar la apetitosa cena. 

domingo, 8 de julio de 2012

CONVERSACIÓN CON LA LUNA LLENA


-¿Qué haces lobo?- preguntó.

El lobo sorprendido respondió:

-Hago lo que hacen todos los lobos.

-¿Y qué es lo que hacen todos los lobos?

-¿Tú qué crees?

-¿Aúllan? 

El joven lobo ofendido retiro su mirada fija en la luna llena y miró los ojos color miel de Gabriela.

-¿Aúllan?, no, no aullamos. Sólo tenemos una conversación.- y nuevamente fijó su mirada en la luna llena.

-¿Una conversación?

-Sí.

-Pero acá no hay nadie además de mí para tener una conversación.

-Que vanidosa eres. No eres la única con la que converso… también hablo con la luna llena.

-Dime, ¿cómo hablan?, escucho tu voz, pero no la de ella.- dijo señalando la luna llena.

El joven lobo de nuevo clavó sus ojos en los de Gabriela.

-Ella no tiene voz, ella está llena de oídos.

Luego bajó su mirada y contemplando el lago donde se veía el reflejo de la luna llena, dijo:

-La luna llena se ve con nuestros ojos, y nosotros, querida, nos escuchamos con sus oídos.

jueves, 5 de julio de 2012

MAGIA



Caminábamos en las tardes por el campo, días fríos y húmedos. Uno miraba, custodiaba mientras el otro sacaba el briquet y encendía entre sus manos la pipa de madera. Le llamábamos “Magia”. Caminábamos viendo las montañas, pasándonos la pipa el uno al otro para “encantarnos”. Era nuestro derecho a ser jóvenes, a escondidas. No sentíamos miedo a la realidad, la lidiábamos y huíamos volando entre nubes de humo que rompíamos con nuestros rostros.  Reíamos sin poder contenernos, viajábamos entre una idea y otra, y como canguros brincábamos a otra, inesperadamente, cambiando de sentido. Caminábamos sin parar, el tiempo era vacio, ni la lluvia nos detenía, estábamos dentro de nuestro mundo de soledad compartida.  Era ser niños otra vez.
 
El hambre, el placer de comer nos llamaba, nos hacia saborear nuestros áridos paladares. Como comadrejas debatíamos quién iba a ser el valiente que iría a la tienda y compraría el chocorramo y el yogurt. A la final, siendo sincero, creo que fue más veces él. Las palabras de la vieja raquítica de la tienda eran como chistes y las miradas de los campesinos como jueces. Era una gran victoria, la celebrábamos con risas, saltos y un “si viooo” “que gonorrea marica” “que chimmbaaa”. Y disfrutábamos con placer la explosión de sabores en nuestra boca.

 Eso que habíamos comido toda la vida, manifestaba en aquel momento el mismo sabor que la primera vez, que ya, por costumbre, se había vuelto “normal”. Y seguíamos nuestra marcha por Río Frío, Lourdes o  Carrón, sin saber lo lejos o lo cerca que estábamos. Nos acompañábamos. Los sitios que conocíamos se volvían a dejar conocer como una maravilla recién descubierta, como si nunca hubiera sido vista.

Cuando la magia estaba perdiendo propulsión y aún estábamos lejos  del pueblo, torpemente, lentos por la belleza de las cosas que atraían fácilmente nuestra atención, hacíamos piruetas con la pipa o “varita mágica”, para cargarla de nuevo. Finalmente estaba lista, llena de nuevo. El fantasma nos volvía a encantar, a poseer. La noche se asomaba. Contemplábamos las estrellas titilantes, la luna llena, las luces sepias del pueblo, el camino que seguía y seguía, la brisa húmeda y nuestros píes incansables. Cuando nos cruzábamos con gente, sombras caminando o en bicicletas, se escuchaban nuestros susurros, risas pícaras.  Andado el sendero, llegábamos al parque, nos acostábamos en el pasto azul. Luego, casi sonámbulos, cada uno se iba a su casa, en silencio.

sábado, 30 de junio de 2012

Marola


Marola cumplió la mayoría de edad frente al mar, mirando el atardecer en la costa Caribe Colombiana. Los festejos se habían acabado, las risas se habían ido a dormir con los niños, su madre estuvo un momento en el umbral del rancho de paja derramando lágrima; sus amigos ya habían tomado las piraguas… la suya estaba al frente, chocando contra la costa como contando los segundos, impaciente para el abordaje.
Sin más espera se lanzó al mar y empezó a remar hacía el ocaso. Las cosas no eran tan reales como deberían, los peces empezaron a andar en círculos alrededor de la piragua, y Marola recostada  escuchaba el tiroteo, los gritos de su madre y el silencio de sus hermanos.

lunes, 4 de junio de 2012

Demonio




 La soledad es miedo, la aceptación es miedo, tu mirada es miedo y el miedo es mi demonio. Pasa por cada parte tocándome con sus frías garras para sentir y saber, que tan miedoso es mi pie, ombligo, ojos u hombros. Es un estricto juez que me hace tambalear, me hace dudar y hasta a veces, me hace huir, lejos, lejos de mí. Y cuando regreso a mi sitio él vuelve a inspeccionar, enviado de dios que con ojos rojos me intimidas, una y otra vez. Dime: Hasta cuando vendrás, serás tú el que en el lecho me acompañarás o será una dulce caricia de mi madre, de mi mujer, de mi amigo o de mano de oso. Dime, dime, dime o te sacaré corriendo con la escoba o con mis propias manos aunque tu piel sulfurosa me queme, me hostigue, me azote o me mate. Quiero domarte y que tu no me domes a mí. Eres el de los cuernos y yo el de los dientes. Debes ser mi presa y no mi cazador. Asume tu rol y hazte pequeño bajo la palma de mi mano y ve, sin siquiera preguntártelo a donde mi mirada apunta. Se obediente y trae lo que se ve en el reflejo del lago, tráelo y así cumpliré mis sueños. Mi corazón aunque esté dichoso no me hará olvidar de ti para que en traición no me atravieses con tus fríos colmillos. Dame fuerza, dámela, para que con mi látigo te obligue, demonio, a caminar tras de mí  y mires mis huellas firmes. Porque no eres más que el reflejo de mi ego que me enferma con el miedo.


Imagen:http://eagrupowebcr.wordpress.com/2011/12/20/ilustracion-demonio-nino/

viernes, 1 de junio de 2012

¿PORQUÉ LOS NIÑOS DEL ORFANATO NO SALEN EN LA NOCHE DE SU HABITACIÓN?


Mansú tenía pelo verde por todo su cuerpo que se mecía suavemente al ritmo de las brisas. Era grande como una montaña, era tan grande que con sus garras de color naranja alcanzaba a atrapar las nubes, las moldeaba, y se hacía sombreros que se los llevaba el viento; sus ojos eran dos óvalos enormes y tenía una cola larga como de dinosaurio. Tenía muchos amigos y cuando hacían fiesta de verano, juntos parecían una cordillera: saltaban, bailaban y gritaban. Todo parecía una catástrofe cuando ellos se alegraban.

Un día, Mansú estaba buscando una nube con la cual hacerse un sombrero de pirata, pero en vez de encontrarla, vio que en el cielo, como abriendo una cortina, se asomaba la cabeza de un niño. Pero no era la cabeza de un niño normal como los de su mundo, que son peludos y de colores como el azul, el verde, el rojo o el amarillo, todos con cola de dinosaurio y garras enormes, este niño solo tenía pelo en su cabezota y arriba de sus ojos, y era negro, cosa extraña, porque en su mundo la única que tenía ese color era la señora noche, que lucía un negro y hermoso vestido con pequeños puntos blancos que lo adornaban.

Mansú estaba sorprendido y asustado, así que se arrancó unos pelos, y con una semilla y mucha pericia, le fabricó un muñeco como lo hacían con sus hijos para que jugaran y se despreocuparan por las tormentas venideras. Mansú, parándose sobre las puntitas de sus patas le ofreció el regalo al niño sonriente que lo recibió con un brazo tan largo que parecía un tentáculo monstruoso de color rosado.

El niño que tenía brazos como tentáculos se llamaba León y era un niño humano. Era tan grande que podía sostener a Mansú sobre la palma de su mano. Mansú era enorme en su mundo, pero el niño era diez veces más grande, ni siquiera cabía por el cielo del mundo de Mansú, que se sentía orgulloso pues, había conocido a un monstruo.
 Pero no era malo, lo sabía porque no le jaló las orejas peludas, además, le contó que él vivía en un mundo muy parecido al de él, solo que los habitantes eran humanos, o sea, monstruos como él: tenían solo pelo en la cabeza y por eso se ponían ropa, ya que no lo tenían por todo su cuerpo para protegerse del frío. Para Mansú, la cueva en la que vivía León, a la que llamaba habitación, era una gran novedad. En vez de tener piedras frías y duras para dormir, tenía una cosa horriblemente blanda y caliente que se llamaba cama; al lado  una caja cuadrada de madera en donde reposaba una rama de árbol que sostenía una gota de agua gigante donde estaba atrapada una luciérnaga que brindaba luz, a esta le llamaba lámpara; Leon la usaba para poder ver bien a Mansú en las noches. Mansú escuchaba y hacia caras extrañas para poder entender lo que decía león.
 
León le contó que siempre había querido un amigo como él.

Al final de la noche, después de tanto jugar, compartir historias y costumbres,  Mansú cansado se despidió de León y saltó por el cielo de su mundo, que era nada más y nada menos que el libro favorito de León, ése que leía todas las noches para sentirse acompañado. Ése libro mágico que a cada niño del orfanato le habían regalado.
                         http://fotos.diariosur.es/200907/sombra-640x640x80-2.jpg
                         Montañas Bojacá, Cundinamarca, Colombia. Alonso Garcia Matallana

viernes, 11 de mayo de 2012

EL MESÍAS DE LA PEREZA


(Si es posible les recomiendo leerlo escuchando esta canción: http://grooveshark.com/#/s/Cattle+Call/2SCLHJ?src=5. O si no, con cualquier canción de música country compadre).

Aquí llegué. Música country escucho mientras reposo mi rostro sobre la mesa mirando al exterior por la ventana, con la piyama amarilla por el sudor de  semanas, el mal aliento de burro y la pecueca de vísceras fermentadas. ¡Ay! Violines de esta música, me traen a la memoria recuerdos de Tortilla flat y sus galones de vino; como quisiera un vino ahorita, pero mis brazos pesan como martillos y esas malditas mosquitas… Si tan sólo tuviera alientos para espicharlas contra la ventana como las otras que reposan aun ahí. Calma, calma, me dijo la señora pasando por la calle mientras bostezaba.

 Las manecillas del reloj apuestan carreras, bobas, ninguna ganará; en vez de estar allí tan apresuradas, deberían de estar aquí a mi lado, sin tanta prisa y energía alocada; vengan manecillas, escuchemos música country, vengan y descansen. No iré por vosotras, la pereza no me deja. Dejad de acosarme por ir a trabajar, siempre tan metido yo en sus días, porque no vienen ahora ustedes a mi día, es más tranquilo y mal oliente, además gozaran de plenitud. No se los digo como político encorbatado, se los digo como un hombre vago, si es que dentro de ese espacio aguantan mi mal olor. Venid a mis días que ondulan bajo, escuetos. No Corráis, eso acabará las baterías, consérvenlas y venid a acariciar los sueños mientras damos la bienvenida a la pereza. Malos aquellos que la juzgaron, ella le regala a nuestros rostros tardes bajo un sombrero de paja. Ríndanse, fuera el conteo, dejen abajo sus tornillos, pongan las manos en la nuca y descansen junto a mí. Dejen los segundos, los minutos y las horas, ellos verán, tal vez luego se nos unan. Si queréis, yo sacaré mi guitarra y arrullaré, acompasado, hasta que mis manos se olviden de tocar y las brisas nos acaricien, señoras manecillas. Y si llueve, prenderemos chimenea y con nuestras ruanas, caeremos en letargo, viendo las llamas del fuego, que poco a poco se esconderán bajo la brasa a descansar también. Venid, la música esta buena, vengan manecillas, dejen de trabajar y sientan el arrullo de la mamá pereza.

Mi gata, mi gata ronronea y sigue mis sabios consejos, los consejos del mesías de la pereza. Riamos con parsimonia, ella es una buena compañera para momentos como este, sí ¿verdad que si gatita?, tú si sabes.
 Sus malas y duras caras, señores ejecutivos, son sólo la envidia que despierto en ustedes, pero yo: el mesías de la pereza, soy compasivo y os invito a mi casa, venid, junto a las manecillas, mi gatica y nuestras pulgas, venid y si pueden: ¡traed galones de vino! Y esto se pondrá bueno, al ritmo del country.

lunes, 30 de abril de 2012

LA LOCA MIRNA, LE DECÍAN.


-¡No más! – dijo Mirna arrojando al suelo la taza de café que esta vez no le había dejado un sabor agradable en su paladar de mujer fina. Salió de la cafetería Rinns, la más elegante de la ciudad. Aquí tomaban café las personalidades más importantes del país, como: actores, empresarios exitosos e incluso los hijos del presidente. Pero este costoso café no había dejado satisfecha a la refinada mujer.

- ¡Cómo se atreven! ¡cómo se atreven a servirme algo tan desagradable y de mal gusto!- dijo refunfuñando mientras conducía su lujoso automóvil.

- ¿A caso creen que soy una cerda?- gritó golpeando el manubrio.

Mirna era una mujer recatada, decente y de buen gusto. Tenía dinero y era exitosa en los negocios. Calzaba botas de tacón de cuero fino y solo visitaba boutiques selectas de la ciudad en busca de las más delicadas prendas femeninas.

El camino era largo hasta su apartamento. Sentía que los pies se le iban a reventar, así que decidió detenerse para quitarse las botas. Mientras se soltaba las hebillas, sintió como llegaba a su fino sentido del olfato un aroma exquisito.

-Es diferente a ese repulsivo y amargo café – pensó

Se bajó del automóvil y empezó a olfatear. Siguiendo el camino que dejaba aquel delicioso aroma, se imaginaba que en la meta se encontraría un genio esperándola para darle una exquisita comida, esa comida que tanto había deseado todo el día.

 Siguió extasiada el camino aromático y se arrojó a comerse aquello que el genio le había preparado, era tal el frenesí que ni se percató en donde se encontraba, ni que era la delicia que comía.

 Saboreando el último bocado con rostro de bienestar, pensaba con los ojos cerrados en que había sido tan pero tan agradable, tan sublime… sentía como el plácido alimento recorría todo su ser. Poco a poco la invadió ese sueño que da cuando se está satisfecho.

 ¡Chíte, chíte, largo de aquí!

 Mirna despertó y vio que venía un hombre con atuendo de cocinero; llevaba una olla en sus manos que dejó en el suelo y se dirigió en son de ayuda hacia donde la dama que estaba tendida como una hermosa sirena, o eso era lo que ella creía.

 -Debe ser el gran cocinero que hizo esta deliciosa comida- pensó mientras miraba encantada al hombre que había robado su corazón y estomago.

 El cocinero llegó hasta donde la enamorada y levantó su pié como quien va a patear un balón, pero esta vez el balón había sido Mirna que no entendía lo que pasaba. Adolorida miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en un callejón sucio, y lo único que lo adornaba era un bote de basura que estaba a su lado. Sorprendida quedó cuando se dio cuenta que estaba vacío.

-¡Largo de aquí!- gritaba el hombre levantando su puño derecho.

Mirna asustada salió corriendo, no entendía que pasaba hasta que oyó las últimas palabras del cocinero.

 -¡Largo de aquí, te has tragado todo, cerda mugrienta!

En la siguiente esquina se ocultó. Agitada, apoyó sus manos en sus rodillas y se reconoció de nuevo.

 -Debe ser ese demonio que me posee - dijo mientras su mirada se perdía entre los recuerdos nebulosos.

La exclusiva cafetería Rinns, era donde cada tarde la amable señora Gloria le regalaban un café. Decía:

-Toma, querida, para el frío.- gran sorpresa se llevó cuando Mirna arrojó el café al suelo.

Su lujoso auto tan solo era una carreta halada por una vieja burra que se ganaba puñetazos en los momentos de ira de su ama. Su exitoso negocio, era el reciclaje, cartones que también servían de cama y los periódicos, que servían como cobijas para las noches frías. Las boutiques que visitaba, eran los patios de las casas donde tomaba prestada la ropa mientras las dueñas, desprevenidas, cocinaban. Y el camino hacia su apartamento era largo, ya que nunca lo había tenido.

Mirna volvió en sí, ya había despejado su mente como todas las noches. Miró hacia el callejón y vio a un anciano sucio sentado en la acera frotando sus manos en busca de calor. Se sentó al lado de él y le dijo:

- Soñé que me había convertido en una cerdita muy elegante; tenía unas pezuñas muy bien pulidas, mi señor - le dijo al anciano sonriente, este le paso el brazo por encima y la abrazó.  La noche era fría. -Lucía unas pestañas que resaltaban mis ojos - continuo Mirna- y una nariz que todos envidiaban mientras caminaba por la plaza.

FIN

jueves, 26 de abril de 2012

 

Mis oídos no aguantaron el estrepitoso
caer de aquella hoja amarilla.


Mis ojos cerraron sus puertas
al ver el infinito horizonte
en eterna caída.


Mi corazón se paró
doloroso
ante tan hermosa vida.
 

domingo, 22 de abril de 2012

Anónimas


Me enamoro con facilidad de anónimas las observo se pierden en el recuerdo así llega otra modelando se va también.
Cabelleras largas dejan su estela. Miro y miro me enamoro y me encariño.
En las huellas que dejan Siembro pensamientos De colores Todas muy bellas.











Imagen: Leonid Afremov

viernes, 20 de abril de 2012

Visita


En medio de mucha gente ciega apareciste, amigo, con olor seco y pisadas curiosas. Me dibujaste una sonrisa delineada con tus pisadas. Eres mi héroe, superaste un obstáculo y de nuevo, vanidoso, lo confirmaste.Abrazo pequeñin, hasta la próxima.

viernes, 6 de abril de 2012

DONDE TODO ES POSIBLE (fragmento)

(...) - Me habían enviado desde el cielo a llevar unas pinturas a la India- dijo el ángel.
-¡Fascinante! ¿Cómo es el cielo?- preguntó el niño.
-Es un lugar hermoso pero solo se puede llegar volando.
- O sea que nunca podré ir – dijo con tristeza el niño.
- Claro que podrás ir. Cuando mueras, las alas saldrán de tu espalda y podrás ir volando.
- Y, ¿qué debo hacer para morir?
- Tienes que hacer lo más hermoso que existe.
- ¿Qué es lo más hermoso que existe?
- ¡Vivir! Solo eso hijito, vivir.
(...)

miércoles, 4 de abril de 2012

DIBUJO

El deslizamiento del lápiz contra la hoja le da un sonido al dibujo. Lo hace más palpable en la lectura. El relieve que da, roza los recuerdos de la gente, los recuerdos de ese niño que acaricia las lineas del carbón como si fuera un dragón que expulsa nostalgia, pero no es trágica, la hay también en paquetes de alegría.

Al.

lunes, 2 de abril de 2012

Pasan los días y pasan las noches

Cada vez soy más mudo a pesar de que pronuncio más palabras,
como si esas palabras que digo fueran el hilo que cierra mi boca.

Y las pantallas de luz de este mundo moderno, a pesar de que no me dejan parpadear un segundo, me hacen cada vez más ciego, como si en los ojos me escupieran veneno.

viernes, 2 de marzo de 2012

NACIMIENTO HORIZONTAL

Azul, marrón y yo en el medio
abrazado por tierra y cielo.
Desnudo, nazco en el horizonte.

Siento cada parte de mi ser
un cosquilleo.
Al ritmo del sin ritmo
danzo.

Danza tu hijo,
allí donde se juntaron cielo y tierra,
allí en el horizonte.

Rugido de luz.
Partícula humeante.
Renaciente
con huesos de atardecer.

Arriba,
las luciérnagas encienden su magia.
Unas mueren pero,
siguen encantando.

Otras se detienen.
Estáticas,
observan.

Abajo,
queriendo alcanzarme
Explota el verde.

Otros deambulan
En multicolor:
son rayitos de luz
acariciando.

Danzo y danzo
El ritmo es propio
Silencioso
Luminoso
Cálido
Frío.

En el horizonte danzo.
Danza tu hijo.
Cielo y tierra.

Una tarde

Qué lindo es el encuentro de mi mirada con la luna, de mis oídos con el aire, de mi piel con la tierra y de mi alma con el cosmos.

sábado, 25 de febrero de 2012

Recuerdo, sé y no sé

Recuerdo la plaza, recuerdo aquel pueblo de kiosco verde, donde golondrinas revolotearon y revolotearon, yo las veía, húmedo piso, cuadriculado, eterno. Recuerdo cada uno, cada grieta en el piso, tomo aliento y me miro en lo lejano, y es que siempre lo busque y ahora lo encontré y ahora te recuerdo, te extraño. Y es extraño porque es un sentimiento marciano. Ay, ay… cualquiera que sea la razón, ya sé que es para bien, y algo que no quiero que suceda es que mis padres fallezcan y yo aquí en la lejanía esté, pido a los marcianos, dios y altísimos dioses que los protejan y los ayuden, que ellos se ayuden a ayudarse y viceversa, que sea el mundo a favor de ellos. 

Todos los que quiero, que sean abrazados todos los días por qué amor se merecen, nos merecemos todos. Y ya no sé si lo que digo es por que busco un abrazo o quiero dar unos, igual sé que si doy me dan y así solo lo disfruto porque ya sé que ustedes lo disfrutan tanto como yo o más. Ahora es cuando se siente amor puro, cuando ya no tienes al amor cerca, este se voló y ya que, no soy de los que les gusta ver a un ave cautiva, prefiero escuchar su lindo canto y ver su rítmico vuelo. Yo, sí, yo, pues no soy el crucificado, solo soy un afortunado y ser afortunado tiene sus cosas así como el sol la luz y la luna melancolías. No me quejo, aunque a veces sí, y lo hago porque me endurezco como la arcilla, pero siempre me llega ese baldado de agua que me pone blandito de nuevo. Pero así es como funciona el mundo y que se yo, hasta el universo. 

Cuando ya no quiero vivir más, por que de alguna manera lo siento y si ustedes no lo sienten, están locos. Cuando tengo ganas de morir me hecho a dormir y lo que me sorprende es que los sueños me muestran lo bello que es vivir, y así, muriendo sé, que me gusta vivir. Dirán que me creo un sabiondo porque sé y sé, pero la verdad también no sé y no sé. No sé cómo no saber, y de eso me doy cuenta cuando ya supe. Ahora me voy a morir un rato, perdón, a dormir un rato.

Un mes despues

Un mes después, la tortuga se dispone a dormir
Aun se escucha en susurro
Los sonidos del norte del sur.

El bravito Toro es dócil y deja acariciar sus cuernos
La misteriosa Lechuza, solo deja escuchar su lento parpadear y medita durante largo tiempo su vuelo.
La Cabra brinca en las montañas pedregosas, pero su balar brinda esperanza
El Corderito corre feliz, sus ojitos brillan y su ternura es de nube.

Ya es un mes después, y la tortuga escucha los susurros del Toro, la lechuza, la Cabra y el Corderito
Guarda su cabeza en su caparazón y lento, lento cierra los ojos, yéndose a lo profundo de su ser.

viernes, 10 de febrero de 2012



Y de nuevo ando con mis manos guardadas en los bolsillos, y mi pecho cóncavo, y mi espalda convexa denotan mi inseguridad lastimera. Solo dentro de mi caparazón me siento cómodo. Pero siempre está la angustia de presa, por aquel cazador: el mundo, que está allí afuera.

Y así, paso entre paso, llegué tarde a la repartición de herramientas, ya los vivos se las habían llevado y yo, con las manos en los bolsillos vacios regresé a mi caparazón sin herramientas, más que la suerte y la fantasía, que no son herramientas prácticas para atornillarse la cabeza, es todo lo contrario: hacen que se caigan las tuercas. Con parsimonia, lentitud y algo de estupidez concibo bello cada movimiento del cazador y sin perdón, me avergüenzo de los míos. Miserable, otros te podrán ver como ídolo porque has encontrado un instrumento donde pocos lo encuentran: seguro bajo una roca que todos ignoran o la espuma del mar que no conozco.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Y es que sé
Sé que soy chatarra académica
Hay gente de oro, de plata, de cobre
Pero yo, soy chatarra.
Antes tal vez fui algo mejor que eso. ¡Qué puto vanidoso!
Fui usado, indebidamente/es como debe ser/, o eso es lo que pienso yo, y, ¿qué pútas vale lo que pienso? Seguro, ni siquiera vale.
En mis sueños, dejaron cuentos inconclusos
Que aún hoy, los muérganos, levantan la mano callados pidiendo atención. Pobres necios condenados.
Con un ocho y un minuto dibujado en el reloj
Recibí un portazo en la cara que poco a poco se empezaba a doblar, a desfigurar. Y aún así, tengo lapsos en los que me veo al espejo y me creo un buen ser, ilúso leproso.
Seré recogido por aquel hombre de megáfono que compra la chatarra por un precio muy bajo, ése debe ser mi sitio: el basurero.
Y, ¿si intento que me reciclen? Eres chatarra inservible, vete al carajo, a la mierda.
Entiendo, no es mi sitio el basurero.
Entonces, nadaré junto a las moscas que alimentaré, seré espía de aquellos que se tapan su nariz por mi fétido olor. Me iré a la mierda, permiso señores.

domingo, 8 de enero de 2012

Soy el copetón.
Águila que vuelas alto.
Lejos lejos, sí, vuelas lejos de mí.
Tal vez me ves con tus precisos ojos, y no sé que pensaras de mí.
Yo no te veo con mis cortos ojos, te veo, sólo te veo, por que te imagino, y admiro tu belleza.
Águila, que estas allá en lo alto, vuelas alto. Mírame sin pensar en sangre y carne.
Mírame y dime, dime, dime que no me comeras, gran águila que vuelas alto.
A que sí,
me siento potranco desbocado.
 Cuesta abajo por la colina verde,
verde como los hombros de la peña.

Sólo veo el oasis de aquel desierto
de allí
Míra
de abajo.

Beberé, seguro que sí
de aquel oasis.