miércoles, 18 de septiembre de 2013

CARTA A RIGBY


A mi siempre me gustó leer las cartas que se daba recíprocamente la gente en la época en que no habían tanta tecnología como la conocemos hoy. Tenían mucho tiempo para responder, y no lo desperdiciaban, eran muy claros y exquisitos en su escritura. Ahora respondemos con mucha superficialidad, nunca profundizamos.
Es eso lo que quiero hacer: una carta de respuesta. Siendo consciente de todas mis limitaciones.

Querido Rigby:

Leyendo tu carta fue instantánea la tormenta de pensamientos que se desataron. Y lo primero que se me vino a la cabeza fue el juicio que tuve en la época en que leí a Homero. Y era, debido a toda esa violencia tan viril, que no había cambiado nada. Que esa misma historia en la actualidad la veníamos repitiendo indefinidamente, siempre, obvio, con personas diferentes poniéndose la máscara de estos héroes y entregándole una, hecha por ellos, a las mujeres. Como si fuera, quizás, una premonición o una sentencia de la humanidad. (este quizás se parece al tuyo)

Me tomé el descaro de cercenar unas partes de tus escritos a partir del final y hacer un poema Frankenstein. Y como éste héroe moderno y trágico, es difícil de ver y no salir despavorido. Discúlpame por eso, pero es una manera de intentar darte una respuesta aceptable a tu pedido. Ahí va:

“Descubriendo yo mismo la respuesta”

...¿o Penélope sabía que Odiseo tuvo tiempo de treparse a tres mujeres, entre ninfas, mortales y semidiosas, en su fervoroso camino de vuelta?

¿estará mirando a Esquiria mientras responde?


¿Qué objeciones le podés hacer a una amante?


¿Pensaremos (pregunta a los energúmenos del sexo masculino) que ella piensa en nosotros mientras yacemos en el lecho de Nausicaa, inocente hija del rey de los feacios?

¿Todo esto es falso?


Amantes. Se pregunta el amado: Odiseo. Y le pregunta a su igual en género, a otro energúmeno del sexo masculino... ¿Y esperas una respuesta? Sí, tal vez la respuesta que te de sea la misma que te daría un Menelao o un Aquiles. ¿No valdría más buscar la respuesta en aquella que la tiene metida en sus entrañas? Hector Abad, escritor Colombiano, en uno de sus poemas decía algo así como que todos los hombres somos machistas, que una mujer “rebelde” nos molesta mucho. Y creo que por más que nos podamos acercar a nuestra feminidad nunca dejaremos de ser hombres. Y eso implica darle eco a la voz de Homero: gran y sublime intérprete de la pasiones humanas, pero también, de los hombres (ahora que lo pienso, la incertidumbre que existe sobre su nombre, tal vez venga a ser un símbolo que representa la historia narrada por un solo género, el masculino, el Hom-bre). Y por ahí no creo que nos topemos con una respuesta diferente a la que nuestro género nos ofrece. Así que más vale desterrarnos para poder escuchar.


Creo encontrar una respuesta, hacerle eco a otra voz, que espero te sirva para brindarle un matiz más a esa composición de dudas que te asedian al respecto. Una posible respuesta afín a las entrañas en las que exploras. Y es la voz del otro lado, esa que Homero nunca supo y nunca hubiera podido comprender totalmente por tener el límite de encarnar en su totalidad la voz de Odiseo, pero poniéndole una máscara a la de Penélope quitándose su razonamiento(puede ser costumbre de su tradición, en donde las mujeres no interpretaban los papeles de mujeres en el teatro sino que estos eran hombres con máscaras). Es la voz de Penélope, representada por una mujer más cercana al centro de la feminidad (Claribel Alegría). Una interpretación de las pasiones humanas vistas desde el otro ángulo. Visto desde la discreta pero firme tierra.

Carta a un desterrado

Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.

Tu discreta Penélope



Seguramente mi mejor concejo no sirva. Pero bueno... Creo que al evidenciar el problema no hay que ponerle máscaras sino dejarlas ser. Son muchas voces a las que se les cortaron la lengua. Nunca sabremos si Naussica era tímida o no. Eso vio Odiseo ¿será verdad? ¿Qué diría la mismísima Naussica al respecto? ¿Odiseo tenía el poder de la verdad? Odiseo, para mí tenía todas las pasiones que un hombre (energúmenos del sexo masculino), nada más. 

Espero me entiendas y te ayude en algo, que esto no quede diluido por ociosidades mías.



Mordekai, Q.S.M.B





sábado, 14 de septiembre de 2013

CAVERNA


<No habrá artículo porque antes no hay nada, y después, está el vacío>



Deja que la belleza desnuda derrumbe tus párpados con sus manos.
Entrégate al color de la carne y ve atreves de ella:
Recibirás la compensación divina.


En tus manos yacen las semillas.
La estalagmita es el pedestal donde reposa silente la nada.
¡Húndelas en aquél lago!


Siente el castigo por descuartizar el verbo
Hila las migas con lágrimas
Y contempla el germen de la vida.


Sucinta será su voz
Rehacedóra constante del alma
De la inmemorable pena y vigilia
Que produce el amor.


Regresa al santuario
Hasta traer el definitivo anhelo
y serás la última semilla.



jueves, 5 de septiembre de 2013

CINCO PASOS PARA AHUYENTAR AL MONSTRUO DE LOS REFLEJOS

El monstruo de los reflejos siempre está listo para asustar a aquellos que en las noches buscan algo de comer en la cocina, los que están en su cama y necesitan ir al baño, o los que llegan tarde a la casa.

Es astuto, hábil y sigiloso. Espanta cuando se está solo y siempre que se gira a ver en dónde se produjo el movimiento, desaparece o se teletransporta instantáneamente a otro sitio donde reflejarse.

La forma de evadirlo es sencilla:



Primero, ¡Corre, corre, corre desesperadamente hasta tu cama! Si puedes gritar, mucho mejor.








Segundo, es importante que cuando salgas a correr botes todo lo que tengas en las manos, como: llaves, maletín, superhéroes, muñecas, papeles, lonchera… lo que tengas. En caso de que no tengas cosas en las manos, un pequeño resbalón o caída puede resultar muy beneficioso.






Tercero, cuando llegues a la cama escóndete muy bien bajo las cobijas y empieza a temblar durante mínimo cinco minutos; no te puedes saltar esta parte o todo podría terminar terriblemente mal.






Cuarto, levanta un poco las cobijas y observa solamente con un ojo. Así el monstruo que se mueve en las noches por los reflejos de los vidrios y espejos, pensará que eres un espantoso gusano cíclope… y desaparecerá despavorido.







Quinto, después de todo esto prende la lámpara o luz de tu cuarto y actúan como si no hubiera pasado absolutamente nada aterrador.







Gracias a las hermosas ilustraciones de Loxitu.


lunes, 2 de septiembre de 2013

Baño

Con un dolor inmenso entré al baño, todo igual: la ducha, el retrete, el lavamanos, el papel higiénico, el champú, el jabón,  las baldosas con figuritas que se trasforman en personajes fantásticos;  sin ventanas y dos bombillas. Entré, me quité la ropa, me vi con disimulo al espejo y vi a ése que siempre está ahí con ojeras y preferí, mejor así, no verlo más. Bajé la tapa del retrete y abrí la llave de la ducha que empezó a expulsar el agua que se fue calentando poco a poco hasta que el vapor invadió el recinto. Di mi primer paso, luego devolví la mirada al interruptor y sin pensarlo mucho apagué la luz. Todo quedó en tinieblas. Extrañamente cerré los ojos cuando la luz se apagó y me puse rápidamente bajo la ducha. Sentía como el vapor recorría todo el baño por medio de (imaginé en ese momento) serpientes, podía ver mi cuerpo en esa oscuridad total; el baño que era de más o menos dos metros de largo y uno de ancho se había vuelto un sitio en la nada, donde sólo yo existía. No pude dejar de pensar en lo simbólico que tenía esta situación, como si estuviera de nuevo en el vientre de mi madre: no con recuerdos mentales sino físicos, corporales. Me sentía protegido, tranquilo. Le di el rostro al chorro de agua y despacio, disfrutando de tocar mi cuerpo, empecé a enjabonarme: pecho, brazos, espalda, abdomen, nalgas hasta que llegué a donde mis manos querían llegar. Empecé a acariciarme, quería que fuera despacio, y de pronto, me hallaba subiéndole la temperatura al agua, sentía que podía resistirlo así me derritiera (o ese era, tal vez, mi verdadero deseo); miles de rostros y cuerpos vistos y no vistos pasaron por mi cabeza y en el obelisco de aquella selva tropical húmeda, estalló, se liberó el rugido del rey, del animal. Y de inmediato, como interrumpido por un rayo mi mirada se dirigió hacia donde se encontraba la puerta, el agua se salaba por culpa de mis lágrimas que se iban al sifón. No quería salir del cálido sitio. De aquel vientre artificial, no quería salir a la luz. Tal vez esa sensación quedó marcada en mí como un recuerdo del alma, de aquél día en que nací seguramente sin querer. Y se me viene a la cabeza en este momento aquellas palabras de películas que tanto escuché “no vayas a la luz”, o, “ve a la luz” pero las decían cuando alguien se iba a morir. ¿Será que cuando nací, morí? ¿La vida como la conocemos  será otro gran vientre del que naceremos cuando nos muramos? En fin, cerré la llave de la ducha, me sequé sin ninguna limitación causada por la oscuridad y encendí la luz que me segó. La vida me ciega a veces, me engrandece las pupilas. Sin más, me vestí y volví a nacer para volver a morir recostado en mi cama.