martes, 27 de agosto de 2013

Un parecer

A veces pareciera que para poder sobrevivir hubiera que liberarse  de pensamientos, frustraciones, lamentos… por medio de la ofensa, el insulto. Callar, retener, que es un recipiente con límite, tiene niveles de contención siempre diferentes según la persona. Según factores a veces tan insospechados como la herencia genética, hasta haber presenciado varios conflictos ya sean familiares, sociales, etc. Que por acción-reacción, por reflejo, hacen que desarrolles cierta capacidad, mayor o menor, en tu contención, en tu aguantar, retener, callar. Pero cuando sobrepasa el límite se libera de la forma en que estaba contenido y rompe con tanta energía que esta toca los límites del otro y genera la ofensa, el insulto hacia el otro (a veces siendo el otro uno mismo).  Es el gran alivio, el suspiro estruendoso ¡la libertad!

Pero el vacío empieza a buscar contenido, y el fondo del recipiente, es decir, lo primero que lo llena, es la culpa. La culpa de haber maltratado al otro; e independientemente de lo que le suceda se sienten los ojos que enjuician y, vas en busca del castigo, que sería la búsqueda del perdón (confiar en la bondad y honestidad del otro, y en un caso más sensato: la redención -trocar la culpa por un pedido, deseo del otro, y dejar la balanza equilibrada sin derecho a más de una entrega- ¿Pero no sería esto otra forma de liberación diferente al insulto? ¿Si la aplicáramos no para liberar las consecuencias de la otra liberación,  sino para esta misma?

Dicho así, el insulto sería para solitarios; y el perdón y la redención, para aquel que cuenta con la solidaridad del otro: un amigo. No sé, a veces pareciera que la vida girara perpetuamente entorno a eso: Callar, insultar y pedir perdón. 
Pero solo es un parecer.

...

Soñar con tener un jardín es hermoso.
Cumplirlo es tenebroso.
Podría borrarse el bello matiz que le da el sueño.

...

Los pómulos reposaban en las palmas de sus manos, como un trípode sosteniendo al cráneo para celebrar el ritual de hacer arder el cerebro. 

martes, 20 de agosto de 2013

Sueño compartido



Estábamos en la puerta principal de la casa, en la finca, allá en Colombia, donde yo pasé mi infancia. 

Nos sentamos en el borde, y al frente, a unos pocos metros, mirábamos el naranjo que lideraba el ejército de cafetales, platanales, mandarinos… que lo precedían.

Te empezaba a mostrar todas las aves multicolores que se hacían invisibles entre el árbol. –Esto expresaba la belleza en su estado más sublime: la fauna y la flora teñida por el matiz único de los sueños.-

Agarraba la cámara fotográfica y empezaba a explorar,  enfocaba algún pájaro, hasta que di con uno en especial: era tan minúsculo que tal vez solo exista en mis sueños… -y si existe en la realidad, solo existe en Colombia-.

Mira… no te muevas… – te susurraba mientras sentía tu cabello en mi rostro, entretanto, estabas entre mis brazos con una gran sonrisa, también, adornada con las pinturas sagradas del sueño.

Y todo se fue diluyendo tras tomar la foto del fantástico ser…hasta caer en el oscuro callejón al que llamamos realidad. Y me desperté.

...

¿Por qué quisiste acompañarme a un lugar que me da tanto miedo, y dejar que te mostrara algo tan lindo?

¿Ah? ¡Dime!   
   
-¿Por qué me dejaste acompañarte a un lugar que te da tanto miedo?

-¿Por qué te da miedo?

Tal vez me dejé acompañar porque se me quitó el miedo.

-¿Miedo a qué?

Ni yo sé, creo que aún sigo buscando. Y me llena de pasión eso, porque no lo entiendo. Pero eso no indica que me siga causando angustia y temor. Está en una habitación oscura de mi memoria, antesala a la del olvido. Mi niña, ésa es mi oscuridad, a la que le tengo miedo.

Pero dime, cruel, en tal caso que fuera compartido, ¿por qué irías?

-Viajar, explorar, conocer.

…Gracias. Eso hacíamos.


Finca Yaragüá, Tena, Colombia

lunes, 19 de agosto de 2013

...


El espermatozoide y el ovulo al desprenderse estaban destinados a la muerte; 
pero su encuentro la prolongó.

La vida es eso: la prolongación de la muerte.




...

Cada pensamiento enfocado en una idea y traído a la materia es un respiro.
¡Ojo! Si no enfocas puedes morir ahogado.

El suicidio se da porque el hombre se ahoga en sus pensamientos.
Si desarrolló todas sus ideas y muere -se mata- es porque no hay más oxígeno.

¿Mejor morir inocente que siendo secuaz de la muerte?

 ¡Auxilio!
        
      ¡Me ahogo!



viernes, 16 de agosto de 2013

Cantaleta

"La cantaleta es la máxima expresión del alma" Patrick


Ahora me encuentro a la víspera, nuevamente, de lo desconocido. De la angustiante sensación de lejanía. De no tener un lugar mío… que considere mío. Y es que pocas veces lo he sentido. Deudas me acechan, deudas pasadas. Deudas económicas, deudas morales, con el gobierno, con mis enemigos, hasta con mis amigos. La deuda conmigo es escribir. Pero... el maldito dinero. Sí, tendré que entrar, sobrevivir, sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir ¡Basta de esa palabra! Solo quiero un rincón donde pueda entregarme “al don de la abstracción” al menos por un instante. Tanto miedo me da... afrontar el tener que trabajar en lo que sea. Pero en el fondo también lo deseo para no estar creando cordones a vientres de madres regadas por ahí. No quiero tampoco ser piedra pesada en este puñado de amigos que tengo. Jóvenes, no aguanto mucho a los adultos y su “no hagas esto, no toques, dinero, camioneta, etc” Hecho a imagen y semejanza de dios: creen que se las saben todas. Y su excusa es la edad. No tengo la menor duda de sus experiencias, pero que no me las impongan, yo quiero vivir las mías e intentar, con voluntad animal, no salir del basto reino y convertirme en algo tan despreciable como eso... espero no sea imposible. Sé e intento convencerme de que ningún trabajo es lindo, menos en una ciudad. Que me toca arriesgarme a cualquier madriguera de mala muerte. Pero, mire chinito, estos hijuepútas eso es lo que buscan: que usted se rinda a sus pies y caiga en ese tire y afloje de ser, aparentar, y sufrir por “ordenes”. Eso ya lo sabía ¿cómo no ser un miserable moral? ¿Cómo no tener un alma carcomida por la máquina de los días y noches llenas de miedo? Intentando olvidar y caer en el desmayo, marchito… ¿Cómo no comerme al prójimo? ¿Cómo sobrevivir cuando padeces de miedo? ¿Cómo ser un valiente cuando tanto cobarde saca sus manos grises bajo la tierra en la que viven y te halan, y te arrastran, y se esfuerzan solo para hundirte en su miserable podredumbre? Yo me siento caer, sin oponer mucha resistencia. Ya ni sé cómo luchar. No sé si sea una mano que persigue mi rostro, para donde mire, buscando la oportunidad diaria de cachetearme. Y dime ¿Cómo putas mantener la esperanza? ¿Ah? ¿Acaso es posible o son puras mentiras, autoengaños? Si es verdad que a la nada le tememos por desconocerla ¿cómo le damos forma para conocerla y dejar de temerle? Ya ni sé si uno pueda darle la forma a su propio vacío. Chinito, no se preocupe tanto. Mire chino, yo creo que va bien. No piense tanto. Siempre estoy inconforme, pero intento creer que nada pasa... no pensar... Que todos me sobrepasan. Y yo, sigo estancado. Que poco he hecho por mí mismo (exceptuando estas ingenuas y sosas palabras). Y que no disfruto. Chicos, escuchen el concejo que les tengo: primero yo, segundo yo y tercero yo. -Profe, pero... pero... pero...

 ...¿Y qué si intento por cuarta vez entrar a un claustro universitario y salir un poco más de mi ignorancia? Ignorar menos cosas para seguir el camino incesante...  No, no creo que lo haga. He tanteado este terreno una y otra vez para llegar en este momento, creo yo, a entender el "porqué" que me causa la sensación de rechazo que desencadena la angustia de quedar en medio de una "nada", donde no se ven más caminos. He logrado, en gran parte (honestamente te digo que no toda), deshacerme de esta concepción que dice que solo "eres alguien" (como si ya no lo fueras) si estudias en la universidad. Como si el conocimiento institucionalizado fuera el único camino posible de aprender. Hablaba con un amigo una noche -tras una visita mía a una iglesia buscando un rincón para huir del ruido y encontrar algo de silencio- y le decía, dándome cuenta de esto en dicho momento (que por cierto no tuvo nada de silencio) que la gente suele brindarle el mérito de tener una experiencia religiosa a la Iglesia o religión; y creen que es la institución la que logra que esto suceda y no su necesidad y búsqueda -natural- de abstracción y cultivo del espíritu. Y no es que crea que estén errando (si se hace con consciencia) de camino, solo que no es el mío. Y creo que al igual que las instituciones religiosas, las instituciones del conocimiento no son el único camino para llegar al entendimiento. Sé que parece obvio, pero a mí me costó mucho entenderlo, necesité de la experimentación que fue influida intuitivamente, tal vez, por mis emociones. -Quería decir a mi favor, modestamente, que no he dejado estas carreras por incapacidad a la hora aprender: logré ser bueno en ellas. Pero después, solo quedaba vacío y sin motivación, a  diferencia de muchas cosas que hice, digámoslo feamente -como este adverbio-, por gusto, o placer. Y que ahora intento hacer con constancia, dejando ser y aceptando con gracia -y algo de sospecha- el resultado. No ha sido fácil, como te dije, enfrentarse a esa tenebrosa "nada" y empezar a formar un nuevo camino: el mío. Nada fácil y cero cómodo (si mi intención es moverme a través de él), ya que no son muchos (y la soledad así como puede ser un maestro, también es fatiga), o están bien escondidos, los que podrían hacerte compañía en esta elección.

Ya no hay cariño ni besos en la mañana. No. Yo no sé. No sé cómo entregarme. Cómo extraño darte caricias, estar a tu servicio. Cansado de mi inestable virilidad podría buscarla en otro lado. Cansado, sí. Sufro de cansancio constante, quién lo diría.

 
 

miércoles, 14 de agosto de 2013

El Mar

… Cuánto tiempo duró nuestro saludo,no podría decirlo con palabras.Solo debo agregar que en aquél díanació en mi la inquietud y el ansiade hacer en verso lo que en ola y oladios a mi vista sin cesar creaba.Desde ese entonces data la fervientey abrazadora sed que me arrebata:es que, en verdad, desde que existe el mundo,la voz del mar en mi persona estaba.Nicanor Parra

Tímido mojé mis pies en su agua
miré sus olas y me surgió una pregunta:
¿Cuántas olas habrá hecho el mar en toda su existencia?

Las olas iban cayendo de sur a norte,
al instante otra más grande la perseguía y se unían,
y luego una más pequeña,
una primogénita, iniciaba de nuevo.

Era una familia que nacía y moría en un instante,
dándole paso a la siguiente.

Parecía, pensé, una máquina de escribir.
El rodillo de la máquina
donde se apoyaban las hojas
era donde el mar había escrito tantas historias,
como sus olas y espuma fabricadas por el viento.

Siempre le pedí permiso
para entrar.

Era como un padre:
Jugué con sus olas
y me pareció,
siendo él el más fuerte y respetable ser,
también el más tierno,
divirtiéndose conmigo,
que era su hijo.

lunes, 12 de agosto de 2013

   


   Sé el animal que tomó otro camino
   -diferente al de su especie-
   y hazla más grande:
   diversifica la vida.





domingo, 11 de agosto de 2013

Mediocris

En mi pueblo del que no quiero dar, en este caso, más de unas cuantas descripciones va a transcurrir, puede ser, lo que me llevó fuera del país; esa dicotomía que se fue entrelazando en mí como aire caliente y frío generando este gran huracán con su ojo excesivamente ingenuo y pasivo, que es donde me encuentro ahora, atrapado, con miedo de entrar en la ventisca.

Mi pueblo: 2600 metros sobre -y lejos- el nivel del mar. Lo cual lo hace un entorno frío, de páramo; casitas coloniales, rodeado de montañas y la totémica peña de Juaica que llega a 3000 metros sobre el nivel del mar.

En aquella época tenía el cabello largo y las palabras cortas. Me levantaba temprano para ir al colegio en esas mañanas húmedas y frías en que lo único que quería hacer era estar bajo las cobijas soñando y soñando; tomar chocolate, asomarme por la ventana y seguir durmiendo. Iba al colegio temprano para evitar percances, siempre con el miedo a la discordia de la entrada por mi cabello largo, zapatos, saco, camisa. Era un chico de carácter débil. Me decían algo y mi corazón empezaba a latir como loco y mis manos a temblar. Una sensación de mierda, de mierda, de mierda de mierda. Sin embargo, con un débil “pero”, agachaba la cabeza, me callaba, y seguía al colegio tranquilo de haber podido entrar, mas, instantáneamente, repercutía la sensación de ansiedad por salir nuevamente y llegar a casa de mi abuelita: comer mientras veía la televisión y dormir toda la tarde; ya que dormir y soñar era, para mí, la mejor televisión, donde yo era el personaje de toda esa obra onírica y fantástica.

Los primeros años del colegio era mediocre y perezoso, no hacía tareas, perdía de 5 a 8 materias por bimestre. Los últimos años también fui mediocre y perezoso pero máximo perdí una materia por bimestre. Veía toda esta recta de cursos: 6to 7mo 8vo 9no 10mo 11 en subida, como una gran montaña, siempre con el miedo de quedar a medio camino, pero sin querer estar allí. Con ganas de terminar, y sin esperanza de hacerlo por lo largos que eran los años en ésa época.

Escribo esto por miedo, nada más. No hay nada más cruel que aquél que te amenaza con tus propios fantasmas. Suelen ser tus amigos o conocidos que con una falsa solidaridad te pusieron la soga al cuello con favores y tú, yo, me hice trasparente. Humanos de mierda que somos.

Toda esta cagada que soy es nada más y nada menos que, no sé si como todos, el abrazo o la cachetada simultánea entre apariencia y realidad, que nunca se sabe a la final quién manda.  Mi apariencia de chico, obediente y guapo, me ha facilitado muchas cosas, lo acepto, pero esas cosas, no sé si por una especie de honestidad o el reclamo de algo que podríamos llamar real,  no me dejan satisfecho. Digo que me han favorecido por que en este mundo de apariencias, la mía, encajaba muy bien: hijo de familia católica, de pueblo, rubio, guapo, obediente, juicioso, amable y con una linda sonrisa -y no sé por qué la gente relacionaba esto con que fuera inteligente-.

Me sentía muy incómodo en el colegio, atrapado. Celebraba como un costeño en carnaval que se cancelaran las clases porque el profesor no había venido; por algún paro, asunto familiar, no me importaba, yo salía feliz hacia la casa a dormir.
Pasó el tiempo y cada vez fui rompiendo, hipócritamente, en silencio, aquella frontera de miedo: la de faltar al colegio. Me vestía para ir al colegio y en vez de guardar  cuadernos guardaba en la maleta otra camisa y otros zapatos. Salía de la casa como lo hacía normalmente, caminaba una cuadra en dirección al colegio, me aseguraba de que no viniera ningún profesor en el carro y giraba rápido, sintiendo miradas de reprobación en la espalda como si me estuviera siguiendo una víbora. Corría con mucha angustia y adrenalina, corría, corría y paraba; me ponía los otros zapatos, me quitaba el saco, me ponía la camisa  ¡me sentía libre, salvaje! y te empezaba a subir Juaica, sin parar, sin titubeos, no temblaba, no me latía el corazón a mil, me movía con suma comodidad y destreza y pronto, tan rápido como lo haría un pájaro, llegaba a la cima y miraba desde allí todo el pueblo que se volvía tan pequeño a mis pies. Ésa gente de la que quería huir ahora eran como hormiguitas revoloteando de un lado para otro.  Me sentía entero, acompañado por dios, imitando a dios: omnipotente, viéndolos a ellos y ellos sabiendo que existo, pero sin verme.

Si soy descendiente de españoles por mi aspecto y algunas costumbres familiares como ir a misa: ¿Por qué hacía con tanta naturalidad lo que hacían los indios Chibchas, como si fuera tradición?  Ir a morir a la peña de Juaica para ocultar el tesoro del Zipa, como si repitiera no el vía crucis de Jesús sino el de estos indios anónimos ¿No es contradictorio? Y de hecho yo lo soy, y en cada cosa relacionada a mí que le echo cabeza, encuentro éste fenómeno.

En esto no era mediocre. No sufría la crisis de lo inalcanzable, la angustia del medio que no se puede disfrazar de esperanza, como los que están abajo, ni  sentir vértigo, como los que están arriba. Esta medida de cordillera no todos la practican. Allá en mi pueblo son pocos los que salen, los que van, porque las montañas les impiden ver más allá. Lo que yo descubrí fue que subiendo a la cima de Juaica es donde podemos ver el inmenso horizonte que aquél que vive en el valle no ve. Ése obstáculo para unos se convirtió para mí en deseo. Deseo de irme más lejos. Y Cuando lo logré, me di cuenta que seguía en mi pueblo: las mismas montañas, las mismas casas, la misma gente, y yo, con mi dicotomía de mentira y verdad, entre mi pericia en subir montañas y mi mediocridad en subir notas, entre mi aparente inteligencia y mi real sensibilidad, seguía en el ojo de aquél huracán.
Peña de Juaica, Tabio, Colombia.


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jueves, 8 de agosto de 2013

Los vivos somos los seres elevados, los del cielo.
Mal se piensa que cuando se muere se va a él.
¡Vamos es a la tierra!


Nos volveremos- ¡por fin!- terrestres.
Es por eso que estando ya muertos
la tierra no recibe más perjuicios
sino solo beneficio: abono.

La tierra cría su propio mal.



                                          Foto de Leo Tosolini

martes, 6 de agosto de 2013

El vacío está en el ano
Una que otra vez se llena
Y expulsa nuevamente la dulce mierda
Que comemos
Para de nuevo estar vacíos.

lunes, 5 de agosto de 2013

“El pecado sobre la tierra está muy avanzado”. Dijo el trío de sabios de la plaza de mi pueblo.

viernes, 2 de agosto de 2013

Manada

Sabía que en mi alma, que es tan animal, existían ciervos, aves, insectos, lagartos, tortugas, osos, serpientes, leopardos, medusas, tiburones... era la más diversa manada que se desbocaba cuesta abajo de mi alma, que estallaba en muchos rayos de luz sobre el mundo dándole forma a las nubes, y, así, mi alma era la fauna del cielo. Comprendí que lo que más temía era lo que más quería hacer: zambullirme en aquel lago espejo del cielo azul.



Neuquén, Argentina