martes, 28 de agosto de 2012

LUVINA

Análisis del cuento Luvina (El Llano en llamas, 1953)

 Juan Rulfo
(México, 1918-1986)



LA JUSTA ENTRE NARRADORES

En el relato encontramos dos narradores que ordenan la historia, uno en tercera persona y otro en primera persona:
 El que narra en tercera persona siempre describe el presente de la historia con una mirada externa, no interviene en la historia dando juicios de valor sobre lo que describe. Empieza diciendo donde está Luvina, qué la rodea, qué la acompaña y el clima. Luego nos traslada y describe el sitio donde está siendo narrado el recuerdo: La tienda, el personaje, los comejenes y lo que está afuera de la tienda: los niños, la noche, los almendros, el río, los sonidos, etc. Y al final es el que cierra el relato.
El narrador en primera persona, por lo contrario, narra un recuerdo; éste es participe de toda la historia siendo el personaje principal, da sus propios juicios de valor. Cuando empieza a narrar su experiencia en Luvina sabemos que se la está trasmitiendo a un futuro visitante que va de camino hacia allá. El personaje - dando sus propios juicios de valor-describe a Luvina de una forma gris, sola, árida, triste, desesperanzadora, lúgubre, un sitio al que él nunca volverá, que es el purgatorio, donde dejó su vida, qué le dejó un mal sabor y hay hambre. Nos damos cuenta que tiene una intensidad inclinada hacia una Luvina con estas características. Con sus propias palabras el personaje no lo confirma: “usted ha de pensar que le estoy dando vueltas a una misma idea. Y así es, si señor.” Nosotros -como lectores-  al igual que el visitante solo conocemos a Luvina solo conocemos a Luvina por la descripción del personaje, pero no sabemos si en realidad tiene esas características, si solo es él el que piensa eso o si los habitantes de Luvina piensan lo mismo. Solo conocemos un punto de vista, un sentir que el personaje describe según su experiencia.

En el texto encontramos que los dos narradores, de forma indirecta, mantienen una oposición, una justa. Es claro que ambos contrastan en lo que dicen. Cuando el narrador en primera persona nos lleva al recuerdo y dice: “(…) en Luvina el aire que sopla es negro”. Pareciera que el narrador en tercera persona -hablando del presente- le respondiera:”el rumor del aire moviendo suavemente las hojas de los almendros”. Es como una justa entre el recuerdo/el pasado -oscuro, triste, desolado, moribundo, solitario, lúgubre- y el presente --tranquilo, natural, fresco, suave, joven (por los niños), etc.-. A lo largo del texto se ve este constante contraste, por medio de la voz de los narradores, entre recuerdo/pasado y el presente.



EL ANTES ENCARCELADO EN EL DESPUES.

En el relato identificamos una línea de tiempo: el pasado, el presente y el futuro. El pasado lo conocemos el texto gracias a la narración que relata el personaje principal. Pero ese recuerdo, que es del pasado, de un antes, lo trae al presente, un después para contarle su experiencia en Luvina a un futuro visitante.
El narrador en tercera persona describe lo que sucede en el presente. Pero vemos que en el texto tiene más intensidad la narración del personaje principal que describe el recuerdo. Esto nos va orientando y dando las bases para nuestra hipótesis, ya que, el personaje adjunta su pasado en el presente por medio del recuerdo, para mostrárselo a un futuro visitante de Luvina. En ese punto, nuestra perspectiva -como lectores- se enfoca en la descripción del recuerdo, de ese antes y nos atrapa, encarcela junto al personaje principal que narra. Pero el narrador en tercera persona nos saca por instantes de ese “encarcelamiento” y nos muestra lo que sucede afuera del recuerdo, o sea, el presente, el después. Pero el personaje permanece encarcelado en el recuerdo. Pide a los niños que se vayan más lejos para poder seguir hablando, toma cerveza para que se le quite el mal sabor del recuerdo, cosa que sucede al final, cuando recae y queda dormido después de haber bebido mucho.




LOS TRES ESPACIOS Y EL PERSONAJE
Los espacios que conforman el relato son: el sitio donde está ubicada Luvina, la tienda y alrededores y el recuerdo del personaje.
El sitio en el que está ubicada Luvina se describe en el primer párrafo donde el narrador en tercera persona nos coloca, por así decirlo, en el espacio geográfico que es la base necesaria para el desarrollo del relato.
Acercándonos con lupa, decimos que el espacio que viene después de la base (el espacio geográfico) es la tienda y alrededores, en donde, en el presente, está ubicado el personaje principal contando su experiencia en Luvina. Está en una tienda y da la impresión que ésta lo aislara del exterior y lo atara con la cerveza de Camilo (el tendero) al recuerdo que le cuenta al futuro visitante de Luvina. Cuando lo que está en el exterior, o sea, alrededor de la tienda -el sonido del río, el rumor del aire moviendo los Almendros y los niños jugando, todo esto en la noche que avanza- intentan distraerlo, el hombre les dice que no lo interrumpan, que se vayan más lejos. Así, el personaje, estando en el presente, se aísla de éste, lo expulsa y se interna, se concentra, se encarcela en su recuerdo, en el pasado.
El recuerdo del personaje es un espacio amplio en el cual encontramos otros espacios, más cortos, que lo componen. Estos espacios los vamos conociendo según la vivencia del personaje en el pasado, que llegó a Luvina con su mujer: Agripina y sus tres hijos pensando que este sitio era como el cielo. Pero allí, en Luvina, el personaje sufre una transformación que lo lleva a pensar que Luvina no es un cielo, sino, un purgatorio.
El personaje llega con ilusiones cabales, pero todo en este pueblo árido donde el viento es como un rugido, es diferente a lo que él conocía. Desde su primer día todo es diferente y difícil en Luvina: en una iglesia que no parece iglesia, les toca dormir con su familia, y la noche que no parece una noche normal, es desconsoladora, las mujeres tiene que cargar el agua por una cuesta, allá no crece nada, la tierra está reseca, sin árboles sin una cosa verde para descansar los ojos, el viento se lleva los techos de las casas, llueve poco y cuando llueve azota y desgarra la tierra. Allí es donde “anida la tristeza”, y viven los viejos que cuidan los muertos, las mujeres sin marido y los niños, que cuando dejan de ser niños se van y se vuelven los futuros esposos de las futuras mujeres que al igual que sus padres, esporádicamente, van y depositan hijos en los vientres femeninos del pueblo y llevan bultos de abastecimientos a los viejos hambrientos. Allí todo es diferente y difícil para el personaje, desde el entorno que es agreste hasta la gente que pareciera que le hubieran tablado la cara; un lugar moribundo, solitario y desolado, de costumbres distintas para el personaje. Allí fue donde él vivió y dejó la vida y cuando volvió ya estaba viejo y acabado. Y nos preguntamos si en realidad volvió, porque a pesar de que está en otro lado –la tienda, Camilo, el visitante, los niños, los almendros, etc. ¡El presente!- éste sigue “viviendo” en Luvina, porque allá dejó la vida. Y su mirada está en el recuerdo, en el pasado, en ése antes, que después lo encarceló con sus tristezas, esas que intenta evacuar con la bebida pero que termina reteniéndolos aún más al recordarlos. El personaje adquiere las características de sus juicios de valor sobre Luvina, parece alguien moribundo, solitario, desconsolado, árido, desesperanzado. Da la impresión de que aunque mira los comejenes sin alas que parecen gusanitos desnudos, sigue sumergido en su recuerdo, hasta el punto en que queda dormido sobre la mesa. Es como si sus días fueran todos los mismos, como una maldición. Él no recordará nada más que lo que vivió en Luvina. 

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