Mi
vida se ha vuelto como una planta carnívora, dónde, sin quererlo, y
dado a la Naturaleza inevitable, llegan las moscas a revolotear
atraídas por mi secreto. Llegan como las deudas que ya han estado en
otro bollo, matutino, de mierda.
Desde el nacimiento vienen revoloteando su parda negrura y pegándose -¡Tantas que no sé cuántas más podrían llegar!- a mi verdor.
Desde el nacimiento vienen revoloteando su parda negrura y pegándose -¡Tantas que no sé cuántas más podrían llegar!- a mi verdor.
Mis
raíces, tallo y hojas que alguna vez gozaron de la ternura
traslúcida se van perdiendo tras una costra de moscas muertas. Tanto
es el miedo -dictador de mis pasiones- de desintegrarme, de caer como
polvo en el interior de esta armadura pútrida, y que mi presencia en
el mundo sea remplazada por este cascaron. Que el aroma de mi
oportunidad, la primavera, sea contaminado con el fétido olor de la
putrefacción. ¿Cómo entregar mi causa a tan cruel empresa de la
Naturaleza incorregible? …
Mi
voluntad. Solo sé de ella que es débil cuando ya ha perdido su
intención. Solo ahí me doy cuenta que mi libertad de ser se la
comió el gusano. En ese instante de imposibilidad me doy cuenta que
me he entregado. ¿Cómo conservar la voluntad, -yo, una planta
maldita por la Naturaleza- mientras espero el momento de gloria si
estas asquerosas moscas no dejan de distraerme con su molesto y
caótico vuelo, impidiéndome llegar a mi más grande anhelo: el sol?
Cómo
decirle a los gusanos que aún no. Las mentiras al sol son en vano.
Callar a la luna es mentirle. ¡No hay belleza! ¡No habrán flores,
y sin ellas, no habrá primavera! … morirá la tradición de la
Naturaleza... ¡Imposible!
Moscas
de rapiña. Moscas embusteras, hediondas... (cualquiera pensará qué
ese es mi olor) mi tallo es el sin derecho a encorvarse; mis hojas
son las esqueléticas y huérfanas; mis raíces son las mutiladas por
sus crías, campeones de la existencia (los gusanos). Les digo:
¡Gracias!
Su
perversa y odiosa tarea será la carnada de mi verdadera gloria.
Serán
ustedes las que harán majestuoso el brotar de mi voluntad.
Triunfante entre mi desdicha, que son ustedes especies inmundas pero
necesarias para el jardín que florece, para la primavera tardía,
para los brotes que se abren y siembran la tierra.
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