lunes, 2 de diciembre de 2013

Mi vida se ha vuelto como una planta carnívora, dónde, sin quererlo, y dado a la Naturaleza inevitable, llegan las moscas a revolotear atraídas por mi secreto. Llegan como las deudas que ya han estado en otro bollo, matutino, de mierda.
Desde el nacimiento vienen revoloteando su parda negrura y pegándose -¡Tantas que no sé cuántas más podrían llegar!- a mi verdor.
Mis raíces, tallo y hojas que alguna vez gozaron de la ternura traslúcida se van perdiendo tras una costra de moscas muertas. Tanto es el miedo -dictador de mis pasiones- de desintegrarme, de caer como polvo en el interior de esta armadura pútrida, y que mi presencia en el mundo sea remplazada por este cascaron. Que el aroma de mi oportunidad, la primavera, sea contaminado con el fétido olor de la putrefacción. ¿Cómo entregar mi causa a tan cruel empresa de la Naturaleza incorregible? …

Mi voluntad. Solo sé de ella que es débil cuando ya ha perdido su intención. Solo ahí me doy cuenta que mi libertad de ser se la comió el gusano. En ese instante de imposibilidad me doy cuenta que me he entregado. ¿Cómo conservar la voluntad, -yo, una planta maldita por la Naturaleza- mientras espero el momento de gloria si estas asquerosas moscas no dejan de distraerme con su molesto y caótico vuelo, impidiéndome llegar a mi más grande anhelo: el sol?

Cómo decirle a los gusanos que aún no. Las mentiras al sol son en vano. Callar a la luna es mentirle. ¡No hay belleza! ¡No habrán flores, y sin ellas, no habrá primavera! … morirá la tradición de la Naturaleza... ¡Imposible!

Moscas de rapiña. Moscas embusteras, hediondas... (cualquiera pensará qué ese es mi olor) mi tallo es el sin derecho a encorvarse; mis hojas son las esqueléticas y huérfanas; mis raíces son las mutiladas por sus crías, campeones de la existencia (los gusanos). Les digo: ¡Gracias!

Su perversa y odiosa tarea será la carnada de mi verdadera gloria.

Serán ustedes las que harán majestuoso el brotar de mi voluntad. Triunfante entre mi desdicha, que son ustedes especies inmundas pero necesarias para el jardín que florece, para la primavera tardía, para los brotes que se abren y siembran la tierra.

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