miércoles, 25 de noviembre de 2015

Dice que vas a estar en negro


Calma. Todo aparenta estar saliendo bien. ¿No te parece? La gente muestra interés por tus servicios,  solo habrá que tener paciencia y esperar a que el pez muerda el anzuelo y consigas trabajo. 

Te atormentan esos sueños que tienes. Es normal, todo el mundo los tiene. Es verdad que la gran mayoría los olvida apenas despiertan y siguen con su rutina. Pero tú los sigues teniendo en tu cabeza, como recuerdos, junto con tus vivencias relevantes: eres un ocioso. 

Tuviste una pesadilla la otra noche y anhelas que no signifique nada, quieres dejar de razonar.

 Soñaste con un ataúd. En su interior almacenaba viscosos sesos que palpitaban desahuciados. No quieres que signifique que algo en el sótano de tu existencia está siendo enterrado con vida. Como si en la sala de tu vida se estuviera velando a alguien. ¿Una parte de tu cerebro? Decías que te sentías hechizado por su contenido;  te atraía aunque fuera desagradable.

Hoy has recibido una llamada. (se te va a morir) Es para un trabajo en un kiosco. Te pagan poco ¿Y qué esperabas si no sabes hacer nada, si nunca estudiaste una carrera? ¿No entiendes que no hay más salidas que estudiar para trabajar?.  Si no trabajas, te mueres de hambre.

Acepta, es el mejor pez que puedes encontrar con ese anzuelo.


Aceptas el trabajo. La dueña del negocio tiene un vestido con flores y unas gafas con cuernos. Dice que vas a estar en negro. Como el título de esta vaina. Momento...Di-ce-que-vas-a-es-tar-en-ne-gro ¡BUM!. (se te murió) Vas a cobrar diez pesos la hora. 

Sabes, pero evades, que estar en negro es lo mismo que estar en el envés de la economía, por el lado de la sombra, por el lado clarito de la hoja, por donde no p(a)ega el rico y dorado sol.

Trabajas ocho horas al día. Atiendes a los clientes que compran chocolates, cigarrillos, gaseosas, condones y cervezas. Entre cliente y cliente dibujas en papelitos que luego conviertes en barcos o aviones. Son como tus sueños. Estos barcos, aviones y sueños, desembarcan, arriban o mueren, en el tacho de basura, justo antes de que llegue un nuevo cliente. 

Son todos productos que se ajustan al salario mínimo legal. (Salario que tú no ganas) Aunque los precios están sin incluir los aumentos que provocan los intermediarios y revendedores; de todas las manos puercas que tocan los productos antes de que tú los compres. Como la cuatro lámparas cornuda de tu jefa. 

Puede que ganes el salario mínimo ilegal. Tal vez, ¿por qué no?. Pero recapacitas y sospechas que hay gente que gana menos. Crees que muchos de los que compran, tampoco ganan un salario mínimo legal. Se te ocurre que son más los trabajadores que ganan menos y menos los que ganan más. Los que ganan más serían los que están en el haz de la economía o, mejor dicho, piensas, los que lo sobrevuelan. Por arriba de la hoja, por la parte oscura.

¡Pero tú quién eres para pensar en esas cosas! Ubícate, no eres un profesional para dar esos juicios. Lo que ves, crees o intuyes, a nadie le importa: eres un empleado. El pez te comió a ti, ¡ups!, así no se suponía que era, pero ya está.  Resígnate a trabajar para sobrevivir. A oler el fétido olor de tus sueños muertos. A sentir cómo tu jefa, los clientes, ¡tú mismo!, te velan, en la panza del pez, en el trabajo, mientras todo se pudre adentro tuyo.   

Espera el camino más difícil: vas a estar en negro de-por-vi-da. 

Chao.









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