Lo
desatornilló pensando que en aquél huequito iba a encontrar aceite
para ensuciarse las uñas. Pero lo que se encontró fue el regaño de
su madre.
El
tornillo era de la máquina que mantenía con vida a su abuelo. Su
abuelo estaba en coma y necesitaba de aquél aparato para
respirar.
Su
madre, al ver tal escena, agarró al inocente niño de los pelos y lo
lanzó contra la puerta. Él sintió cómo volaba de un lado al otro
de la habitación. Sin embargo, su vuelo se vio interrumpido por el golpe, y
el dolor en su espalda que este le causó.
Se enojó con su madre porque siempre estaba pendiente del abuelo y
no de él. Vio cómo ella con desesperación intentaba poner de nuevo
el tornillo en su lugar.
Le
dio risa, pero la calló mordiéndose los labios.
Recordó
que su amigo Hugo lo esperaba afuera para jugar; quería contarle
todo lo sucedido.
Se
levantó y abrió la puerta. Mientras caminaba, se dio cuenta de que
tenía una manchita negra de aceite en la punta de sus dedos. Se los
metió en la boca con alegre curiosidad mientras escuchaba a su madre
lamentarse y llorar.
El
rítmico y monótono “bep, bep, bep”, que producía el monitor cardíaco de
su abuelo, se había transformado en un molesto, agudo y
continuo "beeeeeep".
Creía
que a su madre le dolían los oídos.
Baby grace, por Ezequiel García. http://www.creciendoenpublico.com.ar/content/obras.php |
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