miércoles, 4 de febrero de 2015

El ojo de poeta

Thunbergia Alata. Imagen de Wikipedia.











El ojo de poeta
Es un hoyo negro
En un desierto infinito
Observando al cielo.

Intenta descifrar el mundo
Y lo que hay más allá
Y se encuentra con la mirada silenciosa
Del destello que grita.

El sol lo ciega
Sin dejarlo aclarar
la razón de su deseo.

El hoyo negro se empieza a mover
Con dolor y desesperación
Por el desierto.

Y después de rebotar por muros invisibles
De subir y bajar dunas colosales
Se detiene y reconoce el lugar:
Se da cuenta de que ya ha estado ahí.

¿Pero cómo, -pregunta-
En este desierto estéril y uniforme,
En este laberinto de dunas que habito,
Puedo encontrar un lugar adecuado?

Este lugar igual a cualquiera del monótono desierto
No es el indicado porque sea distinto
Lo es porque es su destino.

No es preestablecido
Sino que es encontrado.
Pues había sido dejado en un sitio conocido,
Por el que ya había transitado.

El anochecer se precipita
Y el ojo de poeta debe decidir
 si quedarse o irse de nuevo.

Observa al cielo
Y mira que las estrellas se empiezan a encender,
A dejar de ser solo rocas en el cosmos,
Para ser luz en la noche del poeta.

Un espejo circular asciende en el firmamento
El ojo de poeta mira y se ve reflejado en la luna.

Y dice:
Yo soy el ojo de poeta
Pero lo que hay más allá del infinito desierto
Es el poeta.

A medida que pasa la noche
Y la luna se aleja con su séquito estelar,
Ve cómo el hoyo negro aspira
Al poeta que camina con las manos en los bolsillos
Día y noche
Por el sendero solitario,
Con su rostro frente a la luna que se va
Viendo en el reflejo
Como su ojo se lo traga.



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