Es el gran soplido como de un dios que barre a las hojas caídas, suenan como cascabeles de desahogo.
Y cálido es el día. Resuena el salto de las voces inocentes y, rugidos de calma de los ancianos. El paso entre paso de los jóvenes que se encuentran y se besan unos con otros.
Los del campo vienen, migran al pueblo y los de la ciudad: se exilian en el campo.
El pueblo es el puente; y en él, como un bardo que usa su flauta como pluma para escribir, en la memoria de hojas silvestres, me encuentro yo.
Hehe totalmente identificado con el último párrafo.
ResponderEliminarNo podes dejar de exiliarte!
ResponderEliminarhasta ahora leo tu comentario... tienes toda la razón! el campo me llama!
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