viernes, 15 de enero de 2016

Pérdida de un libro hermoso: Manglares, de Tomás González.


Hoy 13 de enero de 2016 estoy en la última página del cuaderno donde anoto lo que se me ocurre. Lo termino de luto por la pérdida de un libro hermoso: Manglares, de Tomás González. Lo había conseguido en Colombia en mi segundo viaje de vuelta que realicé en octubre del 2015. Venía deseando tener aquel libro con impotencia ya que en Argentina, del mismo autor, solamente se consigue La luz difícil. El dolor que siento es como si hubiera perdido a un familiar. Fue relativamente corto el periodo que estuvo conmigo pero seguro lo leí más de cinco veces en distinto orden. En el trabajo, en el parque, solo y con amigos, borracho, alegre o nostalgico. Abría una página al azar, leía: una tortuga descuartizada en la costa colombiana; un viejo con una finca inútil en tierra fría jugando ajedrez, tomando aguardiente, siendo feliz; El río apulo donde se acaban las palabras y tantos otros manglares o poemas, que son lo mismo. En fin, solo escribo esto intentando sacarme un nudo de la garganta, un llanto, una pena. Y no estoy siendo exagerado ni melodramático, juro que hasta a mi me sorprende el impacto que tuvo en mí ésta pérdida. Me generó una tusa terrible. Me dicen que a la final tan solo es un objeto o que bueno, al menos lo había leído todo, pero eso no es consuelo, un libro así no solo es un objeto y no creo que uno lo acabe de leer cuando llega a la última página. Lo perdí en el trabajo e hice todo para encontrarlo (no me voy a gastar en decir qué hice, pero lo que me dijo una compañera del trabajo lo resume: “Alfonso, si así buscaras chicas”). Solo espero que esté en buenas manos y no en un tacho de basura. Que quien lo tenga se deje encandilar por sus poemas y, hace falta que lo diga, luego me lo devuelva. Acá dejo uno de ellos, el único que me sé literalmente, pues había empezado a memorizarlos, como si inconscientemente supiera de su futuro naufragio.


Yo, encandilado, 1957. Tomás González.

Era como una canoa
un diminuto farol, una arista
oscura, voladora
el reverso de un intenso resplandor
una porción de negra nitidez,
en la confusa luminosidad del día
una abstracción zumbante, viva
una avispa volando bajo el sol.



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