Escucha los pesados pasos que se acercan. “Qué
hago, qué hago, qué hago”, dice quitándose las cobijas de encima. Los pasos
hacen rechinar las tablas del piso. Bajo éstas, las ratas corretean
desesperadas buscando un escondite. “Llévenme” les dice. Y se lanza
de la cama al suelo como puede. Cae con el rostro boca abajo. Rasguña las
tablas y llora mordiéndose los labios. Le gustaría ser una rata. Y si no puede, al menos le gustaría que lo sacaran de allí sobre sus lomos grises.
Imagen sacada de este blog. |
:) genial
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