viernes, 28 de febrero de 2014

Deuda de nacimiento


No quiero caer en el discursillo de que el sistema es una mierda y todo ese boroló, y si parece, perdón. Simplemente quiero exponer mi caso –en ese estado en el que se pone uno después de la rabia y la impotencia: la resignación- como autoreflexión.

La llamada deuda pública por persona, que año a año aumenta en Colombia como en países que se hacen llamar democráticos, y que no ofrecen ninguna elección popular que legitime la libre actividad de los que habitan el territorio, dice que cada niño que nace está directa e involuntariamente introducido en el sistema, por una deuda.

Así mismo, del otro lado, están los entes privados o públicos, ya sean otros países o empresas, que prestan la plata. Que solidariamente aceptan el papayaso. Los niños afortunados de estos países o empresarios, que al menos tienen la garantía de no nacer endeudados, tampoco tienen la culpa de nacer donde nacieron.

De un lado como del otro, los niños son inocentes. Así que, tal vez, el problema se adquiere cuando se empieza a crecer. Comenzamos a untarnos de la melaza de donde nacimos: la familia, sociedad, cultura, religión y todo eso de lo que nos dicen que estamos formados. O, ¿Será genuina nuestra tendencia al endeudamiento?  No sé.

De hecho no sé a ciencia cierta nada de lo anterior. Pero si llegara a ser verdad,  creo que es injusto con nosotros, los que nacemos en países como Colombia.

El niño no tiene derecho a ser ingenuo, al igual que el adulto no lo tiene a quejarse; eso se castiga. Ya que tiene que dejar de ser bobo y agarrar peso en esas huevas y pagar la deuda. ¿Pero se cumple ese no-derecho? ¿Cómo privar algo que es natural en nosotros? ¿No se manifestará aunque lo neguemos?   ¿Cómo pagar la deuda si se nace sin plata? ¿La solución es pedirle a los de allá que sí nacen con plata? Esa parece ser la salida ingenua, la boba.

Entonces, papá, la salida es estudiar para tener un trabajo y poder pagar. Eso si es que puede estudiar sin trabajar o trabajar sin estudiar. Es así como se entra a la escuela y de esta se pasa al colegio.  Y es ahí, en el último año, cuando se ilusiona de que por fin va a poder hacer lo que le gusta. Mentira. Es ahí cuando le llega la cita para presentarse al ejército.

Lo meten en un galpón durante todo un día como ganado y le tocan las pelotas para saber si su carne es apta o no para ir al matadero. Se cagan del susto. Los separan por grupos. Están los hijos únicos, los que tiene a cargo a alguien, los que se quieren regalar, los que no, los ausentes, los que tienen alguna discapacidad física o psicológica (que esa no importa porque se puede arreglar con un mes de entrenamiento), los que van a entrar a la universidad  (ya que los que van a entrar a otro tipo de institutos no valen); y los que se van de curas. Entre todos estos están los que tienen plata para pagarle al general el favorsito. A los que les tocó los sacan por la puerta de atrás, no hay sea que la viejas esas de sus mamas se pongan a hacer escándalo.

El problema es que el ejército no es un trabajo, es otra deuda involuntaria.

Cuando la pagas, de un modo u otro, por fin vas a poder ir a la universidad. Estudiar lo que te gusta. Y pagar de una buena vez por todas; si es que el hombre no clava, y la mujer se deja clavar, otra deuda.

En países como Colombia, la universidad  tiene una gran falencia. No es gratuita, no es para todos. Hay que presentar un examen para ingresar a los pocos cupos que ofrecen. Sea la carrera que sea. Desde la que más da plata, como Administración pública, Contaduría, Ingeniería o Derecho; a las más nobles como la Medicina;  hasta las más inútiles como Literatura o Artes plásticas.

Es así como aparece la responsabilidad y solidaridad de las universidades privadas. Esas que le dan la mano y se llevan al bruto que no pudo entrar a la universidad pública pero que tiene algo de platica. Al final eso es lo que importa.

¿Pero qué pasa con los brutos que no ingresaron a la pública y que tampoco tienen plata para pagar la privada; y que aún tienen el deseo de pagar sus deudas?

En países en vía de desarrollo como Colombia se inventaron la solución: el crédito educativo. -¿En realidad se lo inventaron?- El estado que quiere que su pueblo estudie y deje de ser bruto le presta la platica, como debe ser. Pero para que estudie en la privada, ya que no hay cupo en la pública. Así que usted se pone feliz: “¡Juepúta, entré a la universidad! Ahora sí voy a ser alguien”.

Le prestan lo del semestre, cada mes le suben los intereses como locos ya que no tiene para pagar a tiempo. Si logra, después, acabar la carrera y deja de ser bruto, el país como es tan bueno, le da un año de gracia en el que no le cobra la mensualidad y, además, le da el doble de tiempo de lo que duró la carrera para pagar la deuda. ¿10, 12 años?

Mierda, pero no consiguió trabajo. Es que con una carrera universitaria, con tanta competencia y regalados, no alcanza. Hay que hacer una especialización. Pero no tiene la plata. Tranquilo, no importa, puede pedir otro crédito al estado. ¿4, 6 años?

Así crece y trabaja para pagar una deuda interminable. Tiene una familia, tal vez dos, eso si tiene suerte, y no se pega un tiro antes.


Ya no sabe de quién es esta historia, si la de sus padres, la suya o la de sus hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario